Desde hace unos meses el empresario sudafricano venía quejándose de la censura sectaria de la red social Twitter, hasta que optó por comprar casi el 10% de sus acciones y lanzar una opa para hacerse con el control total de la misma. Ahora, podría ser Netflix la entidad que estuviera en el ojo del hombre más rico del mundo
En un incendiario twit de hoy, al que han seguido otras respuestas no menos esclarecedoras, Musk reaccionaba a la noticia del desplome en bolsa de Netflix después de que esta perdiera cientos de miles de suscriptores por primera vez en más de 10 años.
Musk, que rara vez da puntada sin hilo en redes, achaca de forma clara el desplome bursátil y suscriptores de la corporación de contenido audiovisual a la carta a la radical política ‘woke’ (extrema izquierda cultural posmoderna) de la compañía de streaming californiana.
«El virus woke está haciendo que Netflix no se pueda ni ver».
De igual manera, Elon daba la razón a varios usuarios que se quejaban de que los videojuegos, la TV en general o el cine están inmersos en un proceso de decadencia marcado por la censura, la corrección política o la inclusividad llevada a unos extremos ridículos.
Es de sobra conocido y asumido que Netflix lleva años produciendo contenido que ha pasado previamente un cada vez más severo filtro ideológico y un proceso selectivo de personal en el que prima la inclusividad por razón de sexo, raza, orientación sexual, religión…
La compañía ha admitido la pérdida de 200.000 suscriptores estos últimos meses y calcula que podría perder hasta 2 millones más a lo largo de 2022. No han sido pocos los críticos que lo han achacado a su filosofía empresarial y deriva ideológica.
De este modo, el empresario se suma a los millones de voces críticas en todo el mundo occidental con la inclusión claramente forzada y la escritura políticamente correcta de guiones que la corporación Netflix lleva a cabo en sus producciones.
¿Es realmente la ideologización del contenido la causa del desplome de Netflix?
Es cierto que el retroceso en suscriptores puede haberse visto favorecido por la llamativa y radical política empresarial de Netflix, fuertemente comprometida con las ideas de la mitad izquierda del Partido Demócrata de EEUU. La inclusividad mal entendida de muchas de sus series, especialmente de las más recientes, sobrepasa por mucho los límites de lo ridículo. No obstante, este factor tendría un efecto parcial y no explica por sí solo el desplome.

Todos conocemos a día de hoy a gente, especialmente con idearios de derechas, que se queja con frecuencia de la fuerte ideologización, corrección política y pérdida de creatividad de las productores de Hollywood y de Netflix en particular, pero que luego, a la hora de la verdad, terminan frecuentando las salas de cine o pagando las cuotas de los servicios streaming para poder acceder a contenido audiovisual barato de forma fácil y rápida.
«Mi abuela no sabe descargar pelis y series de internet», «no me apetece descargarme el contenido p2p» o «por mucho que le hagamos boicot no van a cambiar de políticas» son algunos de los argumentos que dan los críticos que luego pasan por el aro que les pone Netflix.
Además, aunque el caso de Netflix es especialmente llamativo, no nos engañemos, Disney+ y otras grandes productoras con servicios de streaming están igualmente cada vez más alineadas con el mismo ideario woke y la agenda política y de transformación social de los think thank de izquierda radical occidentales.
Las principales causas del frenazo de Netflix
La principal causa de la pérdida de suscriptores de Netflix vendría dada por la subida de precios generalizada de los servicios de la compañía, a la que desde hace un tiempo no le terminan de salir las cuentas.
Proporcionar un servicio streaming de calidad le cuesta dinero a la empresa, y tener películas y series disponibles ajenas «gratuitamente» en el catálogo más aún.
Como Netflix no ha considerado (hasta el momento) la inclusión de ingresos publicitarios y es habitual que por cada cuenta haya varios usuarios consumiendo el contenido de la plataforma, es difícil hacer que cuadren los números. No obstante, este rechazo a los anuncios en la plataforma podría tener los días contados.
Asimismo, la plataforma de contenido streaming está dando los primeros pasos en varios países para impedir que usuarios que no vivan en el mismo hogar y se conecten desde un mismo router a internet puedan compartir la suscripción, algo que facilita que millones de consumidores puedan tener acceso barato a la plataforma.
También es de sobra conocido, que muchos usuarios de países con economías precarias pero desarrolladas, como España, se suscriben a Netflix utilizando una VPN turca o de algún país de menor poder adquisitivo, consiguiendo, de este modo, pagar mucho menos por su suscripción. Esto ha favorecido que la empresa californiana haya subido el precio de las suscripciones en países como Turquía.
Además, no podemos obviar el hecho de que Netflix llevaba años de crecimiento constante. En el mundo empresarial, como en todo en la vida, todo lo que sube, en algún momento tiene que bajar. Netflix está ya tan consolidada que le va a resultar muy difícil seguir creciendo al ritmo de los últimos 15 años.
2020 Y 2021 han sido excelentes años para las grandes plataformas de streaming debido a la pandemia, pero, poco a poco, la pandemia y las restricciones asociadas a la misma van quedando atrás.
La reciente invasión rusa de Ucrania ha hecho bastante mella en la compañía, que ha tenido que cancelar sus suscripciones en Rusia.
Finalmente, se da el hecho de que Netflix ya tiene tanto protagonismo como hace unos años, cuando en países como España era la única plataforma de streaming conocida por la mayoría de personas.
Una competencia feroz
El contenido de Netflix, al menos en España, ni es tanto ni es tan bueno. Pero además, cada vez son más numerosos y poderosos sus nuevos competidores.
El hecho de que las grandes corporaciones de Hollywood, como el colosal Disney, hayan sacado sus propios servicios de suscripción, ha hecho mucho daño a las plataformas de streaming pioneras en su momento en el sector (Netflix o HBO).
A día de hoy es habitual que la gente tenga acceso a Amazon Prime Video. Esto es debido a que el servicio se incluye en la suscripción al servicio Amazon Prime a un precio muy económico. Hace poco tiempo, Amazon adquirió Metro Goldwyn Meyer, haciéndose con la propiedad de decenas de títulos importantísimos en la historia del cine tales como la saga James Bond, cuyos títulos difícilmente estarán ya disponibles en Netflix en tanto que representa la competencia. ¿Qué tiene la joven Netflix para competir con esto?
Hasta hace 10 años Netflix apenas producía contenido propio, por lo que la compañía es muy dependiente del contenido de terceras empresas, a las que debe pagar por tener temporalmente online sus contenidos.
Desde hace años Netflix ya es un gigante que produce mucho contenido, de hecho, tiene como meta generar al menos la mitad de sus títulos disponibles. Y no solo en EEUU, sino también en Corea del Sur, Canadá, Japón, sudamérica y en los principales países de Europa (donde la propia ley le obliga a invertir en producción nacional). Sin embargo, todavía no tiene tanto recorrido histórico- ni contenido acumulado- como otras grandes productoras norteamericanas.
Con dichas productoras es muy difícil competir debido a que acumulan un descomunal catálogo propio, por lo que se ahorran tener que depender tanto del contenido ajeno. Este «contenido ajeno» a su vez es cada vez más reducido. Todas las grandes productoras, o están sacando sus propios servicios de suscripción, o están siendo absorbidas por plataformas como Amazon, Hulu, HBO Max o Disney+, de forma que el sector camina inexorablemente hacia el oligopolio.
Gigantes como HBO MAX o Disney+ tienen bajo licencia amplísimos porcentajes de todo el cine y series producidos en los últimos 100 años. Solamente Disney posee ya la mayor parte del cine de animación (incluidas las películas de Pixar de las últimas décadas), series mega masivas como Los Simpson o sagas importantísimas del cine como Star Wars… Sobra aclarar que este contenido ya no es accesible desde Netflix, por lo que la compañía se ve obligada a depender más de su propio catálogo que hace 10 años, cuando Disney estaba fuera del sector del streaming, y productoras como Lucas Films o Metro no pertenecían a sus competidoras directas, por lo que parte de sus producción a menudo era accesible desde Netflix.
Por si esto fuera poco, el contenido más reciente de Netflix, al menos en EEUU, deja mucho que desear. El guion de multitud de series prima la inclusividad y diversidad a unos niveles que destrozan la inmersión y verosimilitud de los títulos, sobre todo de los que tienen una ambientación histórica. Incluso en series ambientadas en el EEUU actual, el porcentaje de personajes de raza negra, parejas interraciales, parejas homosexuales o personajes transexuales que aparecen o protagonizan tramas, no tiene ninguna correspondencia con el que se da en el mundo real.
Además, las tramas o subtramas wokes o con fuerte mensaje de «concienciación social» metidas con calzador, las «Mary Sue» (mujeres super empoderadas a menudo metidas forzadamente) o las puyitas a los conservadores, cristianos o liberales de derecha son frecuentes en muchas series, lo que hace no solo que la calidad narrativa del contenido caiga en picado, sino que convierte a muchos de estos productos en propaganda en la que el arte y el entretenimiento quedan supeditados al mensaje ideológico.
Tanto es así, que a un servidor le resulta más cómodo ver películas o dibujos animados de la extinta URSS que del Netflix actual. La censura y el adoctrinamiento son bastante peores ahora que en aquel entonces, en ese contexto de dictadura totalitaria y producción centralizada controlada por el Estado.
¿Puede Musk comprar Netflix?
Elon Musk no solo es ya el hombre más rico del mundo, sino también uno de los más influyentes y poderosos a distintos niveles.
Año tras año, el magnate hace crecer más y más su fortuna y, del mismo modo que se ha ofrecido a comprar Twitter o Telegram, podría llegar a adquirir Netflix si se lo propone y los principales accionistas lo permiten. Además, quién sabe, el magnate podría llegar a unir fuerzas con algún otro colega o socio (los Murdock o Trump, quizás) y hacer una oferta por Netflix que la californiana simplemente no podría rechazar, y menos en un momento como el actual, en el que sus acciones están en caída libre.
A diferencia de otros magnates como Bezos, que tienen un perfil más ajeno a política e ideología, Musk parece, cada vez más, estar comprometido contra la censura y en contra del establishment izquierdista de Silicon Valley y Hollywood. Ambos mundillos son muy sectarios y se comportan a menudo de forma despótica, controladora y tiránica.
Del mismo modo que de adquirir Twitter, Musk ha dejado caer que acabaría con la mayor parte de la censura, especialmente la ideológica y asimétrica que se da a día de hoy en las principales redes sociales, de hacerse con Netflix veríamos cómo la plataforma da un giro contundente en la forma que tiene de enfocar sus películas y series. Se acabaría el contratar como guionistas o directores a activistas queer, feministas o Black Lives Matter y, con ello, el fuerte tufo ideológico cada vez más omnipresente en el nuevo contenido; se acabarían las dichosas cuotas raciales o «de género»; y se acabaría la excesiva politización de todos los contenidos.
Del mismo modo que la cadena Fox lleva años experimentando un fuerte crecimiento en EEUU debido a que es la única gran cadena estadounidense no alineada con la izquierda y crítica con las ideas de izquierda radical de los activistas woke, un Netflix renovado y en manos de Musk podría hacerse con una enorme parte del pastel. Sobre todo ahora que Disney no solo ha renunciado a sus otrora valores conservadores, sino que ha pasado a declarar poco menos que la guerra al modelo tradicional de familia y sociedad.
No es que Musk se haya posicionado exactamente como una persona de derechas, menos aún como un nacionalista o un conservador en lo moral como en su día Walt Disney o Henry Ford. De hecho, ha criticado alguna vez el régimen del Apartheid sudafricano y lleva una vida cuanto menos libertina, aunque consagrada a su trabajo. El sudafricano parece más bien un liberal en el sentido real y original del término.
Sin embargo, sí que podemos afirmar después de innumerables twits, que Musk ha dejado patente no solo su defensa de la libre expresión, sino también su ideario anti comunista, anti totalitario, contrario a movimientos radicales como el BLM o al feminismo neomarxista, y muy crítico con la agenda «progre» del Partido Demócrata.
Musk está despertando mucho miedo entre la izquierda actual, y no porque sea de derecha o porque vaya a minar la libertad de expresión en redes, que no parece el caso, sino simplemente porque no es de izquierda radical y no tiene intención de seguir aplicando una censura hacia todo lo que huela a derecha, heteronormatividad, cristianismo o historia europea.