El resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas celebrada el pasado domingo volvió a situar, tal como ya prometían las encuestas de los últimos días, al Presidente saliente Macron y a la soberanista Marine Le Pen como los contendientes de la segunda vuelta que se celebrará el domingo 24 de abril. El Presidente francés se ha alzado con un meritorio 28%, mientras que Marine Le Pen ha superado el 23%. Ambos candidatos han mejorado resultados respecto a la primera vuelta de 2017. Una de las sorpresas de la noche electoral la ha dado el candidato izquierdista Jean-Luc Mélenchon, que ha conseguido un espectacular 22% a pesar de no ir coaligado con el Partido comunista (2% del voto). Es la primera vez desde los años 70 que un candidato a la izquierda de la socialdemocracia es capaz de aglutinar el voto de izquierdas.
El derechista Éric Zemmour, finalmente, ha quedado por debajo del 10% y en cuarta posición, lo que supone un duro varapalo para su aspiración de erigirse como candidato de la derecha nacional. Sin embargo, su 7% supera claramente al de la candidata de centro-derecha Pécresse, que ha quedado quinta con un 4,7% de los sufragios. El pésimo resultado de la republicana, su peor marca histórica electoral, sitúa a Zemmour como el referente de la derecha conservadora, burguesa y católica que tradicionalmente votaba a la derecha gaullista, tal como ilustra su buen resultado en París (9%), muy superior al de Le Pen y Pécresse (5%).
Aparte del descalabro republicano, hay que señalar el catastrófico resultado socialista, con una Anne Hidalgo que no ha llegado ni al 2% de los sufragios. La alcaldesa de París ha quedado por detrás del candidato ecologista, del comunista Roussel, del gaullista Dupont-Aignan y del inclasificable Jean Lassalle, un entrañable político y agricultor bearnés, que con el 3% de los votos ha conseguido hacerse un hueco en la polarizada política francesa.
Ya durante la noche electoral quedó claro quién iba apoyar a quién y dónde se iba a disputar realmente la segunda vuelta electoral. Socialistas, comunistas, ecologistas y la republicana Pécresse pidieron el voto por Macron, mientras que Zemmour y Dupont-Aignan llamaron a votar a Le Pen. Lassalle, que cosechó muy buenos resultados en el sur de Francia y Córcega, no se pronunció y Mélenchon llamó a no votar por Le Pen sin pedir el voto por Macron.
Analizando los resultados, lo que parece claro es que ambos candidatos cuentan con una reserva de votos bastante parecida: 38% por Macron y 33% por Le Pen. El voto de centro-derecha y de Lassalle con toda probabilidad se repartirá de manera bastante equilibrada entre Macron, Le Pen y la abstención. Donde claramente va a decidirse el resultado del 24 de abril es en el electorado de Mélenchon, muy movilizado en contra de las políticas económicas de Macron, pero que aglutina un importante voto pequeño burgués de profesiones intelectuales y sufragios de los barrios donde abunda la población de origen africano y magrebí.
No obstante, los antecedentes históricos, la tendencia de la izquierda a preferir un candidato liberal antes que un candidato soberanista contrario a la inmigración y la tendencia apuntada en los sondeos dejan entrever que lo más probable y casi seguro es que Macron gane con un margen bastante cómodo a su rival derechista. La mayor parte de encuestas apuntan a un resultado en torno al 55-45% en favor de Macron.
Más allá de la incertidumbre sobre el resultado final, lo que queda claro observando las cifras del pasado domingo es que Francia está profundamente fracturada a nivel social y territorial
Uno de los indicadores más paradigmáticos es la diferencia entre los resultados que encontramos en las grandes ciudades y los de áreas rurales y pequeñas ciudades. El caso de la ciudad de París, la única ciudad de la Unión Europea comparable a Londres en términos de importancia mundial, es particularmente impactante, tal como ilustra el pésimo resultado de Le Pen, con un 5% de los votos, que contrasta con el brillante 35% de Macron.
En la región de Occitania, uno de los graneros de voto de Le Pen, la imagen se repite de forma sangrante. De tal modo que, si en la capital, Toulouse, Macron consigue el 26% y Le Pen el 10%, en ciudades pequeñas como Carcasona o Narbona el resultado de la candidata derechista roza el 30% y Macron tiene problemas para superar el 20%. El contraste aún es más fuerte en las regiones del norte, donde Le Pen pasa del 11% en la ciudad de Lille al 51% en Henan-Beaumont, una pequeña ciudad de provincias de 25.000 habitantes muy castigada por la desindustrialización.
La única excepción a la regla es la región de Provenza donde tanto Marine Le Pen como Macron consiguen resultados similares en ciudades como Marsella, Cannes o Niza. Otro dato relevante es el excelente resultado de Zemmour en estos municipios de alto poder adquisitivo, donde consigue rozar o superar el 15% de los sufragios, muy por delante de los republicanos y no muy lejos de Le Pen.
En la Francia rural, Le Pen consigue victorias de más del 30% en la mayoría de pueblos de menos de 3000 habitantes. De hecho, la candidata frentista se alzó con la victoria en más de dos tercios de los municipios de Francia.
Por su parte, Mélenchon consigue resultados espectaculares en la mayor parte de ciudades de Francia, con porcentajes del 36% en Toulouse, del 30% en Paris y Marsella y buenos resultados en las zonas más castigadas por la desindustrialización, así como en una buena parte de áreas rurales de la nación gala.
A nivel sociológico, no hay duda de que Macron es el candidato de la burguesía, acaparando la mayor parte del voto tradicional del centro-derecha: empresarios, altos funcionarios, rentistas, pequeños propietarios de las grandes ciudades, profesiones liberales, funcionarios medios y empleados bien remunerados del sector financiero y de las altas tecnologías. En Francia Macron ha logrado agrupar a la burguesía de izquierdas que votaba al Partido Socialista porque desconfiaba del conservadurismo de la derecha gaullista y a la burguesía de derechas que temía el laxismo de la izquierda en temas morales y de seguridad.
Macron es la síntesis política de los cambios sociológicos que han ocurrido en Francia las tres últimas décadas y que han visto la erosión de los valores tradicionales en los hijos de la burguesía gaullista, el descrédito de la idea de Nación en las clases medias y la desaparición de las viejas ilusiones socializantes en los hijos de la burguesía intelectual de izquierdas.
Le Pen, en cambio, representa la consolidación de un campo populista y soberanista más allá de la derecha y de la izquierda tradicional. Es paradójicamente el renacimiento del Gaullismo en pleno siglo XXI, la unión de la izquierda del trabajo y la derecha de los valores, del pequeño empleado y del obrero con el artesano y el pequeño empresario afectado por las excesivas cargas impositivas y la competencia desleal de las grandes superficies.
Mélenchon, por su parte, une a un electorado diverso formado por las llamadas profesiones libres intelectuales, funcionariado medio, personal sanitario y educativo, estudiantes de entorno pequeño burgués, jóvenes y adultos desempleados y precarizados de los suburbios de las grandes ciudades e hijos de tercera generación de la inmigración africana y magrebí de los años 70 y 80. Se trata de un voto que se acerca, con algunos matices, más al perfil sociológico del votante macronista que del electorado lepenista.
Si hemos de hacer caso de la realidad descrita, las posibilidades de que Le Pen convenza al votante de Mélenchon son inferiores a las de Macron. Sin embargo, el sincero rechazo del votante humilde que hizo confianza al candidato izquierdista hacia las políticas liberales del actual Presidente no nos permiten descartar alguna sorpresa de última hora.
En todo caso, y teniendo en cuenta el elevado número de indecisos, el debate de este miércoles 20 de abril entre el Presidente galo y Marine Le Pen jugará un papel importante a la hora de decidir el sentido del sufragio de este domingo en el que se celebrará la segunda vuelta de las Presidenciales Francesas.
En efecto, este domingo 24 de abril dos Francias y dos partidos se citan a las urnas: el Partido de la Globalización contra el Partido de la Nación; la Francia de las grandes ciudades y de la burguesía contra la Francia de los pueblos, las pequeñas ciudades y las clases populares. De la victoria de una de las dos en este duelo incierto depende en gran parte el futuro de Europa.