Decía Alfonso Merlos hará hace ya unos años, cuando presentaba el telediario, una frase que sería muy utilizada en los programas vespertinos del zapping: “No aprendemos ni a palos”. No por ser carne de entretenimiento o presa de parodia, aquellas palabras dejan de tener su razón de ser.
Y es que cuando uno eleva a los cielos a cualquier figura (una novia, un amigo, un ídolo, etc.) tarde o temprano se acaba llevando una decepción al darse cuenta de que el objeto de su veneración resulta ser tan humano como lo es el individuo mismo. Dicho sujeto palidece, duda, se prostituye políticamente hablando con tal de seguir en la poltrona.
Los sillones del Congreso, los escaños, no lo vamos a negar, son muy calentitos, y la vida no es la misma cuando anida en el corazón el miedo a perderlo. No digamos la certeza de haber perdido dicho escaño, teniendo en consecuencia que apañárselas como cualquier ciudadano en el frío mundo exterior.
Es bien sabida la reciente incorporación de los héroes de UPN, Adanero y Sayas, al Partido Popular
Héroes por votar en contra de la reforma laboral, según el dictado de su conciencia y la interpretación del deseo de su electorado, no así de la voluntad de Esparza y del partido.
La caída del héroe en algún lado, en algún momento, comienza. Esta no es otra que tender la mano al sorayismo, como lo llaman algunos, encarnado en la directiva del señor Semper. La falsa moderación, vamos. La sumisión a las políticas de la izquierda. La cobardía a la hora de asumir los valores propios, y la valentía en lo que se refiere a atacar a partidos afines, complementarios, de ideas parecidas, previa orden de la corrupta y dominante izquierda. La que controla el relato.
Aunque el par de navarros se ha caracterizado por cantar las cuarenta al Gobierno en más de una ocasión, la figura de Adanero cobra un interés mayor, bien por su forma de interpelar, bien por su carisma, etc.; pero, sobre todo, por atacar con vehemencia a los considerados herederos de ETA. El brazo político de la formación terrorista. Por el motivo que fuese, personal, ideológico, o vaya usted a saber, el buen Carlos nos ha dejado para la posteridad más de una joya en lo que a palizas dialécticas se refiere en su ofensiva hacia la formación abertzale. En defensa de la Constitución, motivo por el cual defienden los populares el ingreso de este león del Congreso en sus filas.
No obstante, la nueva dirección del partido representa sin duda un problema serio. ¿Cómo es posible conjugar las posturas claramente contrarias a Bildu del señor Adanero con la nueva política que aflora en el Partido Popular? Partido que, no lo olvidemos, aplica políticas nacionalistas en contra de la lengua común en la Galicia de Feijóo y para el que “El futuro en Euskadi se tiene que construir también con Bildu”, como declarase Borja Semper? Por poner algunos ejemplos.
Sabemos por declaraciones previas a otros medios, que la cabeza visible del Partido Popular hacía pública sus intenciones de buscar el voto de los tibios, los moderados, los templados. Querer una cosa y su contraria, querer agradar a todos sin ofender a nadie, no tener muy claro la base real de personas que han abandonado al partido en su decepción por la falta de defensa de los valores de centroderecha, va conformando poco a poco a esta derecha indefinida que pretende abarcar el todo, pero se queda en la nada.
Las luchas internas entre las distintas corrientes de pensamiento que habitan en el Partido Popular conducen al caos de manera casi segura
Bien lo saben desde la izquierda.
¿Quién nos asegura que la figura del señor Adanero seguirá siendo la misma que nos ha venido maravillando con la retórica de su discurso en contra de un gobierno ilegítimo y no un títere al servicio de Génova? Porque todos sabemos lo que les ocurre a los versos sueltos, como Cayetana.
Algunos creemos que este nuevo fichaje se trata de una estrategia más para conseguir el voto del indigente mental, del simplista que vota a la persona sin pararse a pensar en el partido al que representa y que está detrás de dicha persona. Porque una cosa es la persona, y otra muy distinta, el partido. Y esto, la gran mayoría de ciudadanos, no lo entiende. Así está el nivel. Tanto el de los electores como el de los partidos. “No aprendemos ni a palos”.
Tal y como los pobres Miguel Ángel Blanco o Gregorio Ordóñez se estarían revolviendo en sus respectivas tumbas al retumbar los ecos de las declaraciones pasadas del señor Semper en relación a construir el futuro junto a los herederos de ETA, un servidor imagina a don Carlos sufriendo uno o varios infartos cuando no, muerto del asco teniendo que aceptar tratar con los mismos que han matado a tiros a miembros de su ahora partido. Lo que no debería sorprender a nadie, si tenemos en cuenta de que el PSOE gobierna de la mano de esta panda de batasunos, aun teniendo éstos también una larga lista de asesinados por ETA.
No debería sorprender a nadie, exceptuando a los que nos resistimos a creer que el término “honor” no ha perdido su significado y se ha convertido en una vacua palabra.
Sabe usted que me lee que es de sobra conocida la honorabilidad de los héroes navarros. De los dos. No obstante, “todos los hombres tenemos un precio”, o eso dicen, y, a no ser que ambos navarros muestren gestos similares a lo que hicieron cuando la situación lo requirió en la votación, por ejemplo, de la reforma laboral, permítanme que ponga en duda la tenencia de éstos de algún retazo de honor. No quisiera pensar de ellos que son como la gran mayoría de políticos. No quisiera que se me caiga un mito.
En su mano queda ser los valientes de siempre y plantar cara en esta interminable, tediosa y puñetera batalla cultural a la izquierda, o ser marionetas de Génova, y, por tanto, del sanchismo.
En su mano (la de usted) queda ver si deposita o no su confianza no en la persona, insisto, sino en el partido detrás de la misma. A usted le digo: no se trata de caras, sino de ideas, de partidos políticos. Por muy Adanero que sea, piense usted qué es lo que vota; a qué apoya y no a quién apoya.
Usted verá si se identifica con los tibios, los falsos moderados, los falsos conservadores, los continuistas de las políticas de la rancia izquierda que tanto mal nos ha traído a España y a los españoles. En su obsesión por ser el centro centrado de extremo centro de la centralidad centrista, el centro indefinido, que dice ser derecha, pero ejecuta políticas de izquierda, representa una amenaza más frente a los intereses de los españoles al prometer de todo, y otorgar la nada.