Términos como «transespecie» o «transhumanismo» se están poniendo más de moda que nunca gracias a la ciencia ficción, los cómics, el cine, los videojuegos o la filosofía.
Pero hasta ahora, el transespecismo, al menos en España, no pasaba de ser algo muy poco conocido y no tomado demasiado en serio.
Por lo general, el concepto y estética transpespecista, se asociaban al mundillo del anime y el manga japonés, o, en un sentido más sexual, al recóndito mundo de las parafilias o el mundo de las sexualidades alternativas.
Sin embargo, del mismo modo que en los años 80 empezó a haber en España personas que se definían como transexuales, y hasta se sometían a operaciones de cambio de sexo, algo insólito en aquel entonces en un país culturalmente católico, ahora es el turno de los transespecie.
Transespecismo, un nuevo tipo de identidad.
Una persona transespecie es básicamente aquella que no se siente humana o no totalmente humana en sentido biológico, y decide hacer pública una identidad de especie alternativa con la que se identifica como individuo.
Esa identidad alternativa puede coincidir total o parcialmente con la de un animal (real o imaginario) o con cualquier tipo de ser vivo.
Manuel de Aguas es un barcelonés de 24 años que se autodefine como «artista cyborg», una clara referencia al transhumanismo porque el que hace tiempo empezó a desarrollar interés.
A decir verdad, la tecnología del 2020 está muy lejos del mundo de los cyborg y el transhumanismo que la ciencia ficción lleva décadas imaginando.
Sin embargo, los límites técnicos y científicos actuales no suponen un impedimento para que algunos individuos un tanto extravagantes empiecen a dar rienda suelta a sus identidades no plenamente humanas o alternativas.
Primeros implantes biónicos y cibernéticos.
En tanto que pasan las décadas y el mundo se acerca, o quizá no, a los mundos que nos brindan la fantasía y la ciencia ficción, Manuel de Aguas ha decidido dar el paso de salir del armario del transespecismo.
Por ahora, su implante no humano consiste en dos injertos de aletas hechas de silicona y con «circuitos sensoriales», que este barcelonés ha decidido colocarse en la cabeza.
El diseño del gadget o apéndice biónico ha sido diseñado por el propio joven.
Según afirma de Aguas, las aletas captan los cambios de presión atmosférica, humedad y temperatura. Seguidamente, a través de un microchip, estos impulsos climáticos se convierten en vibraciones y sonidos que se transmiten, de alguna forma incierta, dentro de la cabeza.
La dos aletas de silicona se pueden recargar con energía solar y conectarse a redes Wi-Fi.