Durante el último siglo, España ha sido testigo de dos guerras mundiales y una cruenta guerra civil. La escasez de información y educación ha sido la tónica imperante en este período. Primero por la dificultad de encontrar tiempo para estos menesteres y la inexistencia de conocimiento libre, debíamos acudir a bibliotecas, periódicos escritos, radio o una precaria televisión. Segundo por el sempiterno interés de las “élites” en mantener al pueblo lo más ignorante posible pues el ser humano desinformado es altamente manipulable.
En los últimos veinte años, la proliferación de periódicos, emisoras de radio o canales de televisión dificultó ligeramente esta labor de control, pero a base de compras, absorciones y fusiones, el aparentemente diverso panorama informativo sigue en realidad bajo el control de unos pocos. La gran revolución del conocimiento la ha protagonizado, sin lugar a duda, el ciber-espacio.
No nos toca hoy indagar en los dudosos orígenes de Internet, pero a todas luces, su expansión ha supuesto la democratización de la información.
Cualquiera con un Smartphone o un ordenador puede crear contenidos, consultar millones de artículos o vídeos y leer infinidad de datos a lo largo y ancho del planeta. Puedes revisar la prensa de Taiwán, disfrutar de vídeos en japonés o comprobar en tiempo real el tráfico de Nueva York mientras compras “online” y todo ello desde tu sofá…
El intento de acotar esta red tan asombrosamente colosal, sin imponer unas restricciones draconianas como en China, es realmente imposible; y ni con esas son capaces a evitar filtraciones, envíos de imágenes a través de proxy o que naveguen por el internet profundo. Hemos de recordar que las “webs” que visitamos normalmente, apenas suponen una décima parte de la información existente en la red.
Ante esta imposibilidad de poner “puertas al campo”, la única alternativa ha sido la creación de las ya tan famosas “fake news” o bulos. Se recurre a la técnica de la “infoxicación”, bombardeando a los individuos con tanta información como sea posible, mezclando la realidad y disfrazando las mentiras, para saturar las mentes con tantos datos y a tal velocidad que ya no nos da tiempo ni a digerirlas, reposarlas o compararlas con nuestro conocimiento previo y analizarlas pausadamente… porque esa noticia ha dejado de ser novedosa y el foco está ya en otra parte…
En un mundo en el que parece más importante llegar el primero a la noticia, que contarla verazmente y de manera contrastada; donde priman los números a las personas y se mide el alcance de tus artículos por clicks, donde se busca el impacto de un titular y cada vez se escribe todo más corto…
Deberíamos levantar la vista, pararnos a respirar y volver a
utilizar aquello que nos hace únicos entre todos los seres vivos: nuestra capacidad de procesar información, separando la paja y guardando en la memoria las cosas importantes.
Recordando datos previos y relacionándolos con los nuevos, creando así una visión más
real de nuestro entorno y formando opiniones más acertadas y reflexivas.
La manipulación informativa empieza a ser cada día más evidente
El cuarto poder, ese que un día supusimos como garante de la información, como custodio de la libertad y buscador incansable de la verdad, se ha tornado en herramienta de manipulación. Desde todos los canales y medios “serios”, nos asedian con las mismas consignas, pervierten el lenguaje y seducen los sentidos… Dirigiendo como buenos pastores de sus amos, la atención del populacho, encauzando su energía y administrando los enfados; señalando a los chivos, mientras viste con pieles blancas y mullidas a los lobos; dejando al rebaño, como siempre, sumido en una amalgama de churras y merinas peleándose por los despojos.
Estamos en una encrucijada histórica, asistiendo ignorantes a una gran guerra silenciosa
Por este torrente interminable y frenético de noticias, corren accidentes dudosos, suicidios
de película y movimientos bursátiles con dimensiones únicas, mientras nuestra atención no para de virar bruscamente.
Necesitamos comprender una cosa, el frente más importante de esta contienda se libra en nuestras cabezas. No es sólo recomendable sino vital, que tomemos consciencia de nuestra propia mente y la enorme influencia que este chorro de datos manipulados ejerce sobre ella.
Este agotamiento cognitivo, esta especia de programación subliminal, es debido a las nuevas tecnologías que facilitan la velocidad desquiciada de las noticias que nos llegan, en combinación con la modificación del lenguaje a través del cual nos transmiten la información; siendo este el medio para modificar de manera imperceptible e increíblemente efectiva nuestra percepción.
Pero esto, amigos, lo dejaremos para más adelante… en estos tiempos extraños.
Tal cual, con un pequeño ejercicio de reflexión, un parate y piensa, creo que todos podríamos ser conscientes de la vorágine informativa en la que vivimos. Destacables los conceptos de «infoxicación» «gran guerra silenciosa» y «agotamiento cognitivo».
Tendríamos que leer este artículo todos los días a las 08:00 para refrescarnos la mente de lo que nos espera a lo largo de cada jornada.
Por cierto, ¿porque los pastores (las elites) educan a sus hijos (futuros pastores) en instituciones con métodos de enseñanza basados en ninguna o poca tecnologia? Da que pensar…
Una pena que no leamos este tipo de artículos en la prensa generalista.
Buen artículo.
Alberto A.