Reportaje. ¿Qué está ocurriendo en Bielorrusia?

Reportaje: ¿Qué está pasando en Bielorrusia?

Bielorrusia, la misteriosa Rusia blanca. Una región que tradicionalmente ha despertado poco interés en Europa occidental, pero que ahora está en el candelero por la difícil situación política que atraviesa.

Estamos ante una más de esas repúblicas ex soviéticas pobres de solemnidad, con poco peso internacional y corruptas. Generalmente percibidas como poco o muy poco democráticas para los estándares occidentales.

Hace mucho que la falta de democracia en Bielorrusia ya no es relativa sino absoluta.

El país no llega a ser siquiera una oligarquía pseudo democrática como Rusia, sino que es, indiscutiblemente, una dictadura contante y sonante. Un régimen autoritario, no totalitario como la URSS, pero que conserva muchas de las estructuras y elementos políticos, sociales y económicos de la era soviética.

El estado bielorruso tiene que sobrevivir y auto justificar su existencia en un contexto europeo que es en mayor o menor medida democrático. Esto le lleva a “escenificar” periódicamente unas mal disimuladas elecciones falsas, que no engañan a nadie y que solo reciben el visto bueno de otras dictaduras.

Trayectoria y contexto actual.

Para entender mejor el estado actual, la idiosincrasia y la actitud política del pueblo bielorruso, es conveniente tener en cuenta su recorrido histórico.

Hasta prácticamente el último tercio del siglo XX Bielorrusia era, más allá de su capital Minsk, una región eminentemente campesina y atrasada, con hasta un 80% de población rural todavía en 1970. Para la época de la revolución rusa, era una región poco occidentalizada, anclada en un mundo tardofeudal de tradiciones ancestrales y servidumbre.

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Tasa de urbanización en segunda mitad del siglo XX.                 

Liberalismo, principio de tolerancia, soberanía nacional y especialmente soberanía popular/democracia, no eran conceptos asimilados por la mayor parte de población bielorrusa en 1917 más allá de en pequeños círculos intelectuales de Minsk o Gomel.

Durante 70 años de socialismo, las instituciones soviéticas trataron de adoctrinar en comunismo a una población mayormente campesina. Aunque no lo consiguieron como les hubiese gustado, sí fueron capaces de mantener a las masas alejadas del pensamiento libre, la economía de libre mercado y las corrientes ideológicas liberales.

Con la caída de la URSS en 1991, la República Socialista Soviética de Bielorrusia declara su independencia y cambia su nombre a República de Bielorrusia.

En Bielorrusia, el clamor nacionalista y anti ruso/soviético no había sido tan efusivo como en las repúblicas bálticas, Ucrania o Georgia. Cabe pensar que tampoco lo fueron el anhelo de democracia, Derechos Humanos y libertades civiles.

A principios de los 90, la instauración y consolidación de la democracia en Bielorrusia fue tibia, por no decir que un tanto desastrosa. Hablamos de un país que nunca antes había sido independiente; que se encontraba sumido en una crisis económica total; y que heredaba unas envenenadas estructuras políticas totalitarias y un corrupto aparato judicial y policial soviético. Un sistema para los que los Derechos Humanos, el estado de derecho garantista o la misma idea de democracia, eran cuentos pijos de occidentales degenerados.

No todo era malo; el país tenía para entonces un alto nivel educativo y estaba, geográficamente hablando, en Europa. Pero claro, no había una gran industria de tercera revolución ni un sector terciario y de consumo que le diera salida. Hubo una deficiente conversión industrial y pésima adaptación de las viejas estructuras al circuito capitalista mundial.

Ese contexto de ruina económica, alta criminalidad e inadaptación industrial, ideológica y social fue aprovechado por Alejandro Lukashenko para ir ganándose a una buena parte del pueblo.

Lukashenko había sido director de una granja colectivista soviética hasta entonces. Sus nociones de economía y mundo empresarial se reducían a ese ámbito agrario socialista de producción planificada. Modelo que, por cierto, había colapsado unos años antes en todo el mundo tras décadas de baja productividad, crisis alimentarias y fallidos intentos de modernización.

La crisis económica, sumada a la falta de cultura-tradición democrática y la idiosincrasia tradicional del eslavo oriental (me refiero fundamentalmente a su tendencia a buscar un liderazgo personalista fuerte), hicieron que el pueblo diera su apoyo, no sabemos realmente en qué grado, al autoritario Lukashenko.

Oficialmente ganó con más del 45% de votos en primera vuelta y del 80% en segunda. Por otra parte, existen multitud de testimonios e indicios de que ya esas primeras elecciones no fueron justas y sus resultados se falsearon.

El alejamiento del liberalismo político y económico enseguida apartó a Bielorrusia de Europa y la acercó a Rusia, ansiosa todavía hoy día a reconstruir su viejo espacio de influencia.

En 1995 se llevó a cabo un referéndum poco serio, mediante el cual se cambió la enseña nacional por una similar a la que había tenido la Bielorrusia soviética. La anterior pasó a ser ilegal, convirtiéndose así en un símbolo de oposición al régimen.

Bandera post URSS
Bandera en la era Lukashenko

Obviamente, Lukashenko nunca se vendió como un dictador. Ni siquiera lo hace hoy en día, a pesar de que está preparando a su hijo para sucederle y hasta reconoce en cierta medida la falta de respeto por los Derechos Humanos en su país; achacándolo, eso sí, a su pobreza estructural y falta de desarrollo (muy típico de dictadores). Por otra parte, sí ha llegado a decir cosas como “antes dictador que homosexual”.

A partir de 1994 y con el transcurso de los años, el país no solo no progresaba en economía, infraestructuras o estado del bienestar como otros de su entorno, sino que se deshacía de todos los avances sociales y jurídicos conquistados tras la caída de la URSS.

La economía seguía en un 80% en manos del estado, los viejos burócratas comunistas seguían controlando el aparato público-privado, la justicia no era garantista y las elecciones eran cada vez más una pantomima. En 1999 Lukashenko amplió artificialmente su mandato y no celebró elecciones hasta 2001.

2006, 2010, 2015 y 2020. No importa lo mala que sea la coyuntura económica, política y social, no importa que haya pandemias mundiales y la gestión del gobierno sea nefasta; en todos los comicios Lukashenko gana oficialmente con más del 78% de votos, algo insólito en cualquier democracia. Desde 1999 ningún candidato opositor ha pasado del 10%.

En cada nueva elección presidencial desaparecen o son encarcelados candidatos durante la campaña. Algunos críticos con el régimen son asesinados o tienen que huir. Se disuelven concentraciones pacíficas anti gubernamentales. Lukashenko se ríe de sus contrincantes de sexo femenino, el cuerpo sucesor del KGB soviético actúa como si de 1956 se tratase…

Los asesinatos de Minsk- Un testigo central rompe su silencio

Situación actual.

Estas últimas elecciones las encuestas independientes extranjeras daban a la principal candidata opositora Svetlana Tijanóvskaya un 80% de votos. La gente acudía en masa a las urnas con brazaletes con la bandera post soviética.

La crisis está llevando a muchas familias a un límite ya difícilmente soportable.

Como la mayor parte de la oposición ya había sido disuelta o encarcelada, Tijanóvskaya, esposa del candidato bloguero encarcelado que originalmente se presentaba, es algo así como la candidata opositora de consenso.

Tijanóvskaya no reconoce los comicios, llama a movilizaciones y huelgas tras la violenta represión en varias ciudades y se refugia en Lituania.

https://www.lavanguardia.com/internacional/20200811/482782607380/oposicion-bielorrusia-lanza-mayor-desafio-lukashenko.html

Internet y la telefonía móvil fueron desconectados el día 11 para evitar que las protestas adquirieran un cariz irrefrenable. Se calculan ya unos 7.000 detenidos. Las palizas, torturas y humillaciones a manifestantes están a la orden del día.

Mineros, obreros, músicos, sacerdotes, taxistas o sanitarios se han declarado ya en huelga. Miles de estudiantes forman cadenas humanas. Se han creado anillos de coches en los accesos a Minsk para dificultar la labor de los antidisturbios…

https://twitter.com/i/web/status/1293571991723814912

A la izquierda la pro Lukashenko, a la derecha la pro democrática:

Poniendo autobuses gratis y teniendo el control total del país, Lukashenko solo es capaz de convocar a unos pocos cientos.

El apoyo que brinden EEUU, la OTAN, la UE o incluso de magnates como Elon Musk (que ya se ha solidarizado con los manifestantes) puede ser decisivo de cara a una transición pacífica.

Hasta el momento, la respuesta de la Unión Europea está siendo tibia; sanciones económicas y poco más. Los malos resultados con las primaveras árabes o el Maidan ucraniano (que además propició la anexión rusa de Crimea y la cuenca del Donbass), obligan a Bruselas a actuar con cautela.

Previendo un vasallaje incondicional de Lukashenko y temiendo un giro “rusófobo” al estilo ucraniano, Putin ha apoyado recientemente al dictador. Todo a pesar de que hace solo unos días Lukashenko acusaba a Rusia de estar desestabilizando su país y de estar alentando un golpe en suelo bielorruso.

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