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Luis Noval Ferrao, otro héroe olvidado por la Historia de España

Paseando por el Madrid de los Austrias y llegando a la plaza de Oriente por la calle de Felipe V, dejando a nuestra izquierda el edificio de la Ópera, desembocamos directamente en los jardines de la mencionada plaza.

En un apartado de los mismos, en un jardín rectangular a la derecha, nos encontraremos en su centro con una estatua que representa a un soldado de los tiempos de las guerras con Marruecos, mejor dicho, a un cabo, es la estatua del Cabo Noval, héroe distinguido y sacrificado de esas cruentas campañas que asolaron y llenaron de lágrimas y luto a tantos hogares españoles de aquella época.

Es un lugar, separado por un seto mediano que suele pasar desapercibido ante la grandeza del resto del conjunto, jalonado por héroes y reyes de las distintas épocas de nuestra nutrida y larga Historia.

Quiero repasar de forma concisa la breve, pero épica biografía de este personaje, olvidado como tantos otros, que forman una lista larga y numerosa de héroes españoles.

Luis Noval Ferrao, nació en Oviedo el 15 de noviembre de 1887. El 4 de marzo de 1909 se incorporó al Regimiento de Infantería del Príncipe nº3 de su misma ciudad, jurando bandera el 11 de abril y siendo posteriormente ascendido a cabo, saliendo con su regimiento rumbo a la ciudad de Melilla el día 10 del mismo mes, destino que alcanzaron el 15.

El 21 de septiembre de 1909 su compañía se traslada al fuerte de Cabrerizas Altas con intención de pacificar esa zona, en la que se habían registrado algunas correrías y escaramuzas con las harcas marroquíes.

Entraron en combate al día siguiente en la llamada batalla de Taxdirt, durante el desarrollo de la misma, victoriosa para los nuestros, se toma el Zoco el Had de Beni-Sicar, importante posición estratégica que dominaba los valles de Río de Oro y Frajana.

Era absolutamente imprescindible fortificar la posición y, una vez construidas las primeras defensas se reorganizó el regimiento con la intención de proseguir y dominar los territorios más al norte, entre el monte Gurugú y el cabo Tres Forcas. 

Para completar las labores de vigilancia se construyeron inmediatamente los llamados pozos de observación avanzados, imprescindibles para la seguridad y que normalmente eran ocupados por dos soldados, estableciéndose además por las noches los llamados turnos de escuchas, cuya misión era la de ir recorriendo los mismos y dar la voz de alarma en caso de detectar movimientos ajenos, o bien informar inmediatamente si alguno de estos tenía contacto con el enemigo.

Ni que decir tiene que los destinados a esa misión de escucha derrochaban un valor inigualable. Imagínense lo que debería de ser recorrer, en total oscuridad, esos puestos, teniendo la casi completa seguridad que, en algún momento deberían de hacer frente, con la única defensa de su fusil y bayoneta, a un ataque de los cabileños, conocedores del terreno y mimetizados con sus vestiduras pardas.

En la madrugada del 28 de septiembre las condiciones de visibilidad no eran las mejores pues, aunque había luna llena rápidamente se levantó una niebla densa y persistente que dificultaba aún más las labores de vigilancia. La noche se presentaba oscura y fría.

Siguiendo con su recorrido correspondiente, aproximadamente a las dos y media de la madruga la niebla comenzó a levantar, a ser más tenue; el cabo Noval en su ronda se aproximó a uno de los pozos en el que se encontraban, según auto del Fiscal Redactor del juicio contradictorio reglamentario para la concesión de la Cruz de la Orden de San Fernando, los soldados Patiño y Fandiño.

Una vez dadas las novedades pertinentes, en un momento determinado el cabo creyó observar movimientos de cabileños que, protegidos y velados por la oscuridad y pegados al suelo reptando, iban aproximándose a las posiciones españolas, con la intención de sorprender a los componentes del Regimiento.

Inmediatamente se dio la voz de alarma y comenzó el tiroteo entre los que ocupaban las fortificaciones de la posición y los mencionados rifeños.

Al verse sorprendidos entre dos fuegos, Noval ordenó inmediatamente que se iniciara el repliegue hacia las fortificaciones españolas. Sin embargo, uno de los soldados mencionados, Fandiño, prefirió refugiarse en uno de los pozos más cercanos antes que exponerse al riesgo que suponía verse en mitad de un fuego cruzado.

Corriendo con los proyectiles silbando a su alrededor Noval y Patiño lograron llegar a la entrada de la fortificación. La sorpresa que recibieron fue tremenda y angustiosa, la verja de la misma se encontraba cerrada.

La situación se presentaba desesperada con los rifeños a sus espaldas y cada vez más cerca, por si esto fuera poco, los españoles desde sus puestos, al no poder identificarlos seguían disparando.

Patiño, en un golpe de suerte consiguió penetrar en el interior sorteando una de las alambradas y gritando: “no tiréis, soy de la 4ª del 1º”, logró un alto el fuego momentáneo.

Mientras todo esto sucedía el cabo Noval también intentó, a la desesperada, bordeando el perímetro del campamento, encontrar una entrada. Sin embargo, antes de lograrlo fue descubierto y rodeado casi inmediatamente por los rifeños. 

Los cabileños que le alcanzaron, copiando lo que habían oído minutos antes también empezaron a gritar: “¡No tiréis somos españoles!”.

Un oficial que mandaba las tropas en ese momento ordenó: “¡Alto el fuego!”. 

Sin embargo, Noval gritó a pleno pulmón: “¡Tirad, tirad, estoy rodeado de moros, viva España!”.

Este acto heroico, hecho con la certeza de que moriría, evitó que esa posición estratégica cayera.  

Después de una noche interminable donde los fusiles y bayonetas no se dieron tregua, los soldados españoles consiguieron hacer huir a los cabileños, un ejército que contaba según datos oficiales en esos momentos con más de 1.500 hombres.

Llegado el nuevo día y una relativa calma llegó el momento de hacer un reconocimiento del exterior, recapitular y hacer balance de todo lo acaecido durante aquella noche tan larga y difícil.

«Al amanecer, la 1ª Compañía del primer Batallón realizó un reconocimiento ofensivo que desalojó al enemigo de sus posiciones con numerosas bajas, y permitió la recogida del cadáver de Noval por la 3ª Compañía».

Efectivamente, el cuerpo sin vida del cabo tendido en el suelo presentaba varias heridas por arma de fuego y algunas más producidas por arma blanca, seguramente hechas por las gumías de los cabileños que le habían rodeado.

Él estaba abrazado a su fusil con la bayoneta calada y llena de sangre, a su lado, el cadáver de un rifeño muerto con el pecho atravesado por la bayoneta de Noval, un poco más retirado se encontraba el cadáver de otro rifeño alcanzado por los proyectiles españoles.

La estatua de nuestro héroe fue hecha por el gran escultor Mariano Benlliure. En la inscripción grabada en el pedestal se puede leer: “Iniciado por mujeres españolas, se eleva este monumento a la gloria del soldado Luis Noval. Patria, no olvides nunca a los que por ti mueren”.

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