Llevo varios días leyendo en internet- tanto de parte de la extrema izquierda anglosajona como de la izquierda española (indistinguible ya de la extrema izquierda posmoderna)- multitud de analogías y comparaciones entre los talibanes y la derecha occidental; ya sea española (Vox), o estadounidense (Partido Republicano post Trump).
Más allá del disparate que esta comparación supone desde el punto de vista politológico, no puedo evitar soltar una risa irónica al reparar en que, si algún colectivo o grupo ideológico en occidente muestra similitudes con los talibanes y otros movimientos fundamentalistas islámicos, estos son los comunistas, anarquistas, antifas y buena parte de la izquierda hegemónica actual que se viste de demócrata. Una izquierda cada día más alejada de la moderación y la tolerancia.
Están bastante extendidas entre el conjunto de la población dos formas de clasificar y conceptualizar las distintas ideologías políticas.
Por una parte, en muchas personas existe la idea preconcebida de que el pensamiento humano a nivel ideológico se puede graduar en un eje unidimensional de izquierda a derecha. Partiendo de esta base, todas las distintas formas de pensar, por simples o complejas que sean, se distribuirían en esa línea. Una línea en la que el único parámetro diferenciador es ser «más de derechas» o «más de izquierdas», a menudo sin tener muy claro qué significa eso si es que significa algo.

Por otra parte, la gente que ya anda un poco más ducha en política- aunque no mucho más-, suele utilizar un diagrama de Nolan de dos dimensiones para categorizar y representar a nivel visual los distintos posicionamientos o partidos políticos.

Aunque esta segunda representación ya es un poco más compleja que la anterior que hemos descrito, sigue quedándose muy pobre a la hora de enmarcar las distintas ideologías o corrientes de pensamiento; no digamos ya para clasificar a esos entes abstractos que llamamos partidos, dentro de los cuales existen casi tantas formas de pensar como militantes.
Lo cierto es que existen una gran cantidad de parámetros ideológicos dentro del pensamiento humano, por lo que lo de izquierdas y derechas, socialistas, liberales o conservadores, se nos queda muy arcaico a la hora de hablar de política de forma seria.
La izquierda española.
Más allá de definiciones, ser de izquierdas en España se traduce en ser- o pactar- con separatistas, postcomunistas, neocomunistas, socialistas radicales, según se tercie.
Ser de izquierdas muy a menudo significa estar dispuesto a prohibirles a los demás cosas como el ir a misa, a los toros, consumir productos cárnicos, consumir pornografía, no alquilar pisos a grupos sociales que la persona que alquila considera conflictivos, acudir a servicios de prostitución, jugar a cierto tipo de videojuegos bélicos o violentos, o desarrollar ideas que contravengan lo que en la izquierda han considerado previamente «ideas progresistas».
Al mismo tiempo y, paradójicamente, ser de izquierdas se traduce en ponerse una venda en los ojos a la hora de juzgar el extremado tradicionalismo de la mayor parte de quienes profesan ciertas confesiones religiosas que todos conocemos.
Dentro de estas ideas están cosas tan delirantes, con frecuencia contrarias a la razón y al propio estado de derecho como las leyes de género, la ideología queer, el feminismo izquierdista de cuarta ola o las charlas sobre sexo impartidas desde la infancia.
Partiendo de esta izquierda radicalizada que padecemos en España, estableceremos una serie de paralelismos con la ideología talibán.
Parecidos entre buena parte de la izquierda española y los talibanes.
1. Ambas corrientes políticas son totalitarias. No admiten discrepancias ni se llevan bien con la pluralidad de ideas. La única idea de estado y el único proyecto político válido son los suyos.
2. Ambas corrientes tienen un problema con el sexo y la sexualidad. Aunque, aparentemente, pueden parecer corrientes opuestas en este ámbito, y en cierto modo lo son, ambos adolecen de una problemática y anti biológica concepción del sexo, la belleza, el culto al cuerpo y la sexualidad humana.
Mientras que el talibán considera que el sexo no meramente reproductivo es malo per se, que la mujer debe ocultar sus atributos físicos y que cultivar la belleza es pecado, el izquierdista, dependiendo de la rama a la que pertenezca, a menudo opina cosas como que el sexo solo está permitido si se hace en sus términos morales.
El culto al cuerpo femenino, que hace solo 30 años era visto como parte del progreso y de las libertades artísticas y sexuales, ahora es demonizado, especialmente en el ámbito de la publicidad, sector indispensable en cualquier sociedad de consumo contemporánea. El abolicionismo, cuando no prohibicionismo de la prostitución, también ha ganado mucha fuerza en la última década, sobre todo en sectores de izquierda feminista.
La mujer de izquierdas a menudo es muy crítica con la industria del modelaje y tiene una guerra declarada contra los cuerpos cuidados y cultivados, con frecuencia tildados de «poco realistas». Asimismo, no permite que haya hombres que rechacen las axilas o piernas peludas en mujeres, la obesidad o el pelo corto o teñido de estrambóticos colores.
En España, la presión ejercida por entidades vinculadas al feminismo de izquierda, como FACUA, han obligado a retirar del mercado inofensivas campañas publicitarias que utilizaban la belleza del cuerpo femenino como reclamo. Curiosamente, no ha pasado lo propio cuando el cuerpo exhibido era masculino.
3. Intransigencia respecto a la orientación sexual de las personas. Un poco en la línea anterior aunque aquí en sentidos opuestos. Para un talibán, cualquier cosa que se salga de la heterosexualidad «tradicional» debe ser destruida. Por contra, el fanatismo «progre» nos lleva a considerar que todo lo que no encaje en la heterosexualidad tradicional debe ser «celebrado» como algo bueno, cuando se tiende a criticar y demonizar esa misma sexualidad «tradicional» o la heterosexualidad «cerrada».
4. Ambos colectivos tienen una concepción delirante de la economía. La forma de ver la economía de los talibanes y de la izquierda española, más allá de un sector relativamente moderado (en este sentido) del PSOE, es demencial.
Tanto los talibanes como la izquierda española tienen fobia a la libertad de mercado por unos y otros motivos 0% racionales. Ambos desprecian, de alguna forma, todos los avances que el capitalismo ha logrado en los dos últimos siglos y atribuyen a los mercados- con poco o nulo rigor- todos o gran parte de los males del mundo actual.
5. Odio a Europa, Estados Unidos y occidente. El movimiento talibán y buena parte de los fundamentalismos islámicos configurados desde el siglo XVIII en adelante, tienen un componente de reacción y rechazo a todo lo que huela a mundo occidental (salvo la tecnología, la ciencia y el armamento, obviamente). Algo parecido ha pasado siempre en la izquierda posmoderna española y su «contracultura», su crítica constante a EEUU, a la Unión Europea, o su hipócrita desprecio a la globalización capitalista que ellos consideran un nuevo tipo de dominación ejercido sobre los países del «tercer mundo».
6. Apuesta por el terrorismo doméstico. Movimiento talibán y terrorismo están íntimamente unidos. Lo mismo podemos decir de la extrema izquierda española desde los años veinte del siglo pasado, como poco. Desde la transición, la práctica totalidad de atentados terroristas que hemos tenido en España tenían sello comunista, anarquista o comunista abertzale.
7. Censura en la administración del estado, la cultura o los medios de comunicación. Los medios solo pueden producir y emitir obras que encajen en el marco de valores que establece el partido único o fuerza hegemónica. Todo debe asar una serie de filtros ideológicos para ser depurado y encajar en el ideario del único pensamiento válido (el suyo).
8. La violencia como respuesta cuando las cosas no salen como uno quiere. Cuando no están en el poder, la respuesta pasa por sabotear el estado de derecho por todos los medios posibles. La conflictividad, la pobreza y el malestar social conforman el caldo de cultivo que aprovechan ambos movimientos para expandirse y captar garrulos dispuestos a matar por «la causa», por estúpida que esta sea. La intransigencia tiende a dar paso a violencia física.
9. Nulo apoyo a la democracia parlamentaria. En la línea del totalitarismo. Ni los talibán ni la izquierda radical cree en la democracia tal y como la concibe un ciudadano occidental. Para la izquierda radical española, el régimen parlamentario imperante en Europa es un estado burgués que debe ser abolido para dar paso a un parlamento 100% comunista al más puro estilo Checoslovaquia, URSS o RDA. De igual manera, el talibán concibe el parlamento como el lugar de encuentro de las distintas sensibilidades dentro de la causa yihadista, pero no para una auténtica pluralidad de ideas con representatividad popular.
10. Apuesta por la islamización de Europa. Aunque por diferentes razones, es un factor en común: proselitismo ultra expansionista en el caso de los talibanes y «falsa tolerancia y amor por la diversidad», en el caso de la izquierda.
Podría pasarme la tarde sacando nuevos parecidos, pero creo que el concepto se entiende. La civilización occidental no tiene prácticamente fanatismo religioso, pero tiene fanatismo izquierdista, que viene siendo muy similar.