Algunos, con poco rigor, colocan a Pedro Sanz como la persona que mueve los hilos para que Vox La Rioja siga invisible, ausente y provocando indiferencia en nuestra comunidad, de forma que el Partido Popular no tenga rival y se asegure, sin mucho esfuerzo, la práctica totalidad del voto de centro derecha.
No parece que sea el caso. Bastante tiene Pedro con contemplar las rivalidades internas en su propio partido, que desde el año 2.017 no ha levantado cabeza ni ha conseguido erigir una figura emergente que aglutine todo el sentir de los populares.
Retirado de la política activa no significa que esté jubilado de los contubernios que se producen dentro del PP riojano y cuyo desenlace final aún no está nada claro. Su voz es la de la autoridad y la de la experiencia, la de un liderazgo férreo del que algunos han escapado aliviados pero que otros muchos echan de menos.
Pedro Sanz fue un político de raza, despiadado con aquel que consideraba su rival o su enemigo, pero con las ideas claras y con una línea de actuación perfectamente definida que permitía saber la estrategia que su Gobierno iba a desarrollar. La Rioja creció a su sombra y él también creció gracias a La Rioja
A pesar de su contundencia y autoritarismo hizo aquello que la mayoría de los políticos actuales no saben hacer: acercarse al pueblo. Trabajador infatigable, recorría permanentemente todos los municipios riojanos. Sus fiestas no eran nada si no las visitaba Pedro Sanz. Hablaba con los unos, con los otros. Conocía sus nombres. Recordaba sus situaciones personales.
Lo mismo jugaba un partido a pelota mano como tiraba de porrón y chuletillas en el merendero del más pequeño de los municipios. Imponía respeto, pero también se ganaba el mismo mostrando preocupación sobre los detalles más nimios que afectaban a quienes a él se acercaban.
Pedro controlaba todo aquello que ocurría en nuestra región. Cogía el teléfono personalmente y en unos segundos ponía firme a aquel que pretendía salirse del redil. También llamaba para buscar soluciones, o bien para imponerlas. Pero ahí estaba.
Todos sabían que era el Presidente y como tal ejercía sin dilación alguna, gustase más o gustase menos
Su tiempo político ya pasó, no queda duda, pues fueron muchos años de una actividad frenética y con una toma de decisiones difíciles pero que necesitaban de alguien que tuviera la capacidad de afrontar los problemas de forma directa y sin esconderse. En eso, Pedro no temblaba. Políticamente hablando, era muy rápido, hábil y eficaz.
Ahora, sin embargo, estará echándose las manos a la cabeza con el avispero popular y la guerra de cuchillos existente entre los que quieren tomar el mando. Suele ocurrir que cuando se va un líder el imperio se desmorona, salvo que haya sido capaz de dejarlo bien estructurado y con un funcionamiento autónomo dirigido por personas de alto nivel y capacidad, que sean generosos y que admitan la jefatura de quien sea el más preparado.
Toca preguntarse si Pedro Sanz dejo así el Partido Popular. La respuesta es que no. Posiblemente haya sido su mayor error en política: retirarse del partido que lideró sin una sucesión clara y sin una organización independiente de su figura. Durante años el Partido Popular fue Pedro Sanz. Y cuando él se fue, llegó la crisis, la pelea entre figuras que no tienen su nivel y que durante su mandato fueron sobreviviendo dentro del partido por la virtud de no ser molestos para su líder.
Y de aquellos polvos, vienen estos lodos.