Las protestas violentas vuelven a apoderarse de Francia

Esta vez no son solo los famosos chalecos amarillos, tampoco los grandes sindicatos o movimientos izquierdistas específicamente.

Francia asiste ahora a unas protestas cada vez más violentas que son una mezcla de todo y que incluyen a multitud de grupos anti sistema muy hostiles con las fuerzas del orden y a corrientes críticas con el Gobierno Francés actual.

Una de las principales razones, el auténtico detonante de este nuevo conflicto social si bien no la única razón, ha sido la aprobación de la nueva Ley de Seguridad Global que, entre otras cosas, protege a los policías de las grabaciones de terceros.

En relación a este hecho, hace pocos días el país galo se hacía eco de la noticia de que un grupo de agentes de policía habían pegado una paliza y abusado de un productor musical de origen africano.

Pese a la reforma del proyecto de Ley y las llamadas a la calma, las protestas han continuado. Quizá porque el clima de depresión económica y confinamiento por pandemia así lo favorecen.

Sin embargo, no podemos reducir la creciente conflictividad y el carácter violento de las protestas únicamente a la aprobación de la polémica ley y la queja de una parte de la ciudadanía contra el «proceder violento» de las fuerzas del orden.

Una Francia cada vez más fragmentada.

Al igual que EEUU o el resto de Europa, Francia está cada vez más polarizada y dividida en facciones con puntos de vista muy alejados entre sí.

La pandemia de Covid no ha hecho sino empeorar el ya de por sí complejo panorama social francés de la última década.

La precariedad, el crimen, el paro, los dramas económicos, el malestar social y el descontento se han disparado como nunca en décadas del mismo modo que el PIB de la segunda potencia europea se ha desplomado de la noche a la mañana.

La enorme división de la sociedad francesa ya no atiende solo a ideologías políticas (hoy día menos vinculadas a partidos concretos pero más fuertes que nunca), identitarismos new age o viejas religiones, sino que también se traslada a distintos gremios o sectores productivos.

Mientras que los policías galos llevan años quejándose al Gobierno por sus condiciones de precariedad, la nula protección que consideran que reciben de las instituciones, los bajos salarios y un número insuficiente de personal humano con el que abordar los nuevos retos que supone mantener el orden en la Francia del 2020, los sectores estudiantiles, de inmigrantes y los más izquierdistas de la sociedad salen a manifestarse contra una supuesta violencia policial cada vez más intolerable.

Lo cierto es que los crecientes problemas sociales del país se unen al escaso número de efectivos policiales que muchas veces se ven abocados, cuando no directamente obligados, a utilizar la violencia para lograr imponerse y salvaguardar el frágil orden público.

Policía asfixiada.

Los agentes están cada vez por pagados, tienen un trabajo más complicado y están más desprestigiados.

Además, tienen que aguantar ataques y críticas constantes de la prensa y otros ámbitos, llegando incluso a ser vilipendiados por una parte de la sociedad francesa. Una parte que incluye a grupos de extrema izquierda, chalecos amarillos (de todas las ideologías), estudiantes con ideologías anti sistema, así como inmigrantes o franceses de origen africano malamente adaptados.

Las protestas van a más.

Desde París la mecha del conflicto ha ido prendiendo hasta el punto de celebrarse significativas protestas, muchas de ellas acompañadas de fuerte violencia, en hasta 90 grandes municipios del país.

En la parte más organizada de las protestas, a priori pacífica, se encuentran los sindicatos CGT, FSU y FO, que reclaman mejores condiciones laborales y económicas.

Los pequeños empresarios y autónomos exigen ayudas al Gobierno para paliar el sufrimiento y empobrecimiento acuciante asociado a esta nueva crisis.

Varias organizaciones estudiantiles, incluida, por supuesto, la histórica UNEF, caldean el ambiente saliendo justo ahora, a rebufo del black lives matter en EEUU a reclamar unos derechos sociales supuestamente violados o menoscabados así como el fin de la violencia policial.

A río revuelto, ganancia de anti sistemas.

Tal y como ha venido ocurriendo en EEUU, los grupúsculos y corrientes ideológicas más anti sistema están aprovechando la situación para salir a sembrar el caos por toda Francia.

Una de estas corrientes incluye a grupos organizados como el black block, de carácter anarcocomunista y muy hostiles tanto al Gobierno de Macron como al sistema liberal en general.

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