La UE sanciona a Bielorrusia y endurece el discurso con Turquía

A pesar del veto Greco-Chipriota, cuyas naciones pretendían sanciones similares a las bielorrusas para Turquía y su presidente el islamista y ultranacionalista turco Tayyip Erdogán, las sanciones al entorno de Lukashenko han sido aprobadas.

Para variar, en la UE había unanimidad entre todos los estados miembros para imponer sanciones al régimen bielorruso y al líder autoritario que lo maneja desde hace más de 25 años con mano de hierro.

La unanimidad es una condición sine qua non para que la Unión establezca sanciones a un tercer país.

Sin embargo, Grecia y Chipre, archienemigas de Turquía y que recientemente han tenido graves enfrentamientos con ella por la política expansionista de la Turquía de Erdogán, vetaron el acuerdo por no equiparar el caso bielorruso al turco.

Lo cierto es que ambos problemas no tienen demasiado que ver. La evidencia de dictadura en Bielorrusia no la discute ya prácticamente nadie fuera del grupo de Izquierda Europea e Izquierda Verde Nórdica, mientras que el problema con Turquía no es tanto su falta de democracia, sino su expansionismo y política agresiva en todo el mediterráneo oriental y asia menor.

Turquía pretende realizar prospecciones petrolíferas en aguas griegas y recientemente estos países han estado al borde del enfrentamiento, hasta el punto de que el presidente francés Emmanuel Macrón ha mandado buques de la marina francesa en auxilio de Grecia y Chipre, elevando así la tensiones a niveles muy peligrosos.

A esto hay que sumarle, más recientemente, el apoyo bélico casi directo de Turquía a Azerbayán en el conflicto que el país del Caspio mantiene contra su vecina Armenia, o la política intervencionista de Turquía en la caótica Libia post Gadafi. Todo a pesar de las llamadas a la paz de la UE en ese sentido.

El problema es que Turquía no es Bielorrusia.

Muy a pesar de Grecia y no digamos ya de Chipre, cuyo tercio norte es de facto un estado pro turco que el ejército turco y la minoría túrquica que allí vivía erigieron en los años 70 como contestación a la anexión griega de Chipre, Turquía no es Bielorrusia.

Turquía es una potencia de 80 millones de habitantes con una posición estratégica vital para el mantenimiento de los flujos de combustibles fósiles hacia Europa, algo fundamental en tiempos de enemistad con Rusia y guerras intestinas en Libia.

Turquía es un país con un poderoso ejército, considerable peso demográfico y económico, un notable desarrollo tecnológico y una competitiva industria armamentística propia, de la que destacan sus vanguardistas drones de combate.

Turquía es también un país miembro de la OTAN, exactamente igual que sus archienemigas Grecia y Chipre.

Turquía retiene, literalmente, a millones de refugiados deseosos de pisar suelo europeo. Ya hemos llegado a recibir amenazas de su parte de dar vía libre a esos millones de personas de cruzar ilegalmente las fronteras de Unión si esta no se pliega a las demandas turcas.

Pero además, Turquía es una nación en la que algunos grandes estados europeos como España o Alemania tienen puestos muchos intereses e inversiones importantes, lo cual hace inviable una actuación severa y coordinada desde la UE.

Es por todo eso que no resulta fácil aplicar sanciones contra Turquía y menos en tiempos tan convulsos como los actuales, en un contexto en que la UE mantiene cada vez más tensiones con la poderosa Rusia de Putin, que también pugna por mantener a Bielorrusia bajo su órbita de influencia y poder.

Finalmente, se ha llegado a un acuerdo.

La UE sancionará a 40 personas cercanas al líder bielorruso y responsables de la violencia contra los manifestantes pacíficos contrarios al régimen. Pero no así al propio Lukashenko, quien sí ha sido sancionado ya por otros países de la OTAN como Reino Unido y Canadá.

De esta forma se sortean las exigencias Greco-Chipriotas y se consigue presionar con contundencia al régimen bielorruso, que a efectos prácticos depende ahora de la voluntad rusa de mantener su status quo.

Mientras tanto, no habrá sanciones por parte de la Unión, pero sí se insta a Turquía a rebajar la tensión y a abandonar su choque frontal con Grecia.

«Turquía tiene que demostrar que quiere recorrer con nosotros el camino constructivo»

-Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

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