La UE quiere prohibir seguir vendiendo coches de combustión a partir de 2035

A partir de ese año todos los coches vendidos tendrán que ser limpios, eléctricos o de pila de hidrógeno.

La idea de la UE es reducir para 2030 un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a los datos de 1990. A largo plazo se pretende alcanzar la «neutralidad climática» para 2050.

Esta es solo una propuesta y paquete de medidas del parlamento, que debe dar paso ahora a años de negociaciones. Por lo general el Parlamento tratará de ser muy ambicioso en sus objetivos, mientras que la Comisión Europea, que representa a los estados miembros, matizará y reducirá un poco las altas expectativas.

Nadie espera que este paquete legislativo quede aprobado antes del último tramo de 2024, cuando acaba la presente legislatura europea.

Según Ursula von der Leyen la actual propuesta no solo es arriesgada sino también «optimista». Lo cierto es que a los ciudadanos- especialmente a los más pobres- no les va a hacer demasiada a corto plazo, pues se prevén gravámenes en los viajes aéreos, marítimos y una política mucho más agresiva contra vehículos diésel y gasolina en las ciudades.

Uno de los puntos más polémicos ha sido la decisión de ampliar el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS). Ahora también cubrirá la calefacción de hogares con gas o los coches no eléctricos. Es decir, que se van a encarecer tanto el calentar las viviendas como desplazarse en automóviles de combustión.

Lo relacionado con los sistemas de calefacción va a ser muy complicado de llevar a cabo con la tecnología actual. Países como Polonia o Alemania son altamente dependientes del carbón y del gas que importan de Rusia, por ejemplo.

Tampoco es poca cosa la prohibición total de vender coches no eléctricos en 2035. Esto dejaría fuera incluso a los híbridos enchufables, que hasta ahora se consideraban bastante esenciales para una transición ecológica progresiva en materia de transportes.

Ajuste de carbono en frontera. Brutal cambio de paradigma en las relaciones internacionales de Europa.

Casi más polémico que todo lo anterior será el «ajuste de carbono en frontera». Esto se traduce en que países de los que Europa importa energía y productos con un alto coste de emisiones de carbono pasarán a recibir una serie de aranceles.

En las últimas décadas China era la gran beneficiaria de las distintas legislaciones ecológicas europeas. Muchas empresas y multinacionales preferían deslocalizarse o fabricar en China para eludir los altos costes y legislación verde que hay en Europa. Esto cambiaría con este nuevo paquete legislativo, lo que previsiblemente enfadará a potencias como Rusia, China, Turquía, India…

La intención de Bruselas no es tanto perjudicar a esos países como forzarlos adoptar progresivamente legislaciones similares a las europeas.

Si bien China se ha volcado con las políticas verdes en los últimos 5 años, parte de una base muy negativa en ese sentido. Ser la gran fábrica del mundo es lo que le ha hecho pasar de un país subdesarrollado a la segunda potencia mundial en apenas unas décadas. Ahora bien, eso le acarrea producir una huella ecológica mayor que la de toda Europa en su conjunto; cosa que, ahora, le puede pasar factura.

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