Entre viñas y cepas, el envero, el inconfundible olor a uva fermentando y los campos rayados de color añil, ocre y obsceno, te percatas de lo asombrosamente peculiar que es esta región. Un extenso valle rodeado por altas montañas, bosques de pinos, robles y castaños, mágicos hayedos bañados por las terrosas aguas del Ebro. Traslúcidas y gélidas aguas descienden de las montañas y sierras, formando ríos y fuentes, regando cultivos y vergeles a su paso.
Así dicho suena muy bonito, incluso parece sacado de un cuento, el amor por tu tierra y tus raíces es algo difícil de borrar, incluso cuando te critican por ello. Los que vivimos en La Rioja y hemos tenido la suerte de recorrer esta magnífica provincia, de disfrutar de todos sus esplendorosos parajes no llegamos a comprender que La Rioja sea únicamente reconocida por las patatas con chorizo, las chuletas al sarmiento y su vino, el cual es internacionalmente
reconocido, como una de las mejores denominaciones del mundo.
La Rioja tiene mucho más que ofrecer y aunque me duela decirlo el turismo enológico genera grandes ganancias, pero está sobreexplotado, se debe ir más allá.
Es preciso comenzar una guía de Los Cameros, de pueblos, villas, pedanías y ciudades que ofrecen cultura y gastronomía muy variada con productos de primerísima calidad y que forman parte de nuestra forma de vida.
Las innumerables pozas de los ríos riojanos podrían ser la envidia de muchas otras comunidades, nuestros bailes regionales, los maravillosos pantanos con inmejorables servicios e instalaciones.
Los inabarcables caminos donde perderse con la familia y amigos.
El camino de Santiago recorre un buen número de kilómetros de la región, ¿pero alguien sabe dónde duerme, come y festeja el peregrino? ¿hay algún sitio que merezca ser mencionado?
La verdad, para terminar, simplemente me siento como una voz lejana pidiendo a gritos que dejemos de ser patatas con chorizo y vino tinto, la ciudad para emborracharse antes de casarse, un lugar donde se cobra la tapa. Nuestras sierras, nuestros pueblos, nuestras costumbres en sí, los riojanos tenemos mucho más que ofrecer.
Seguirán vendiendo el vino como lo más importante, aunque no todos pensemos igual.