Un fugaz viaje por la manipulación lingüística: “oxímoron sin valor definido”
Tras esta expresión Orwelliana se esconde una de las muchas perversiones lingüísticas con las que nos bombardean constantemente nuestras “telepantallas”. La sociedad totalitaria descrita en “1984” nos va dejando demasiadas similitudes con el mundo actual. Un planeta gobernado por élites no electas que siquiera conocemos, intereses en las sombras y realidades ocultas que marcan la agenda, en nuestro caso, la agenda 2030.
Tras su paso por la guerra civil española, a la que acudió con la idea de “matar fascistas porque alguien debe hacerlo”, Orwell regresó a Inglaterra como férreo defensor de las ideas demócratas y convencido anti-estalinista; denunciando las mentiras que utilizaban los comunistas para manipular a la población y el control totalitario sobre sus miembros.
En su famosa novela, describe el futuro próximo, un mundo controlado por la tecnología y el miedo. Sin duda, en este futuro distópico destaca: la manipulación de la información por parte del partido, la represión política y social o la vigilancia masiva por medio de tecnología, espías, policía del pensamiento y los propios vecinos.
Dentro de los ministerios de este Estado opresor llama poderosamente la atención el “ministerio de la verdad”, órgano dedicado en exclusiva a reescribir datos y alterar la historia para que siempre coincida con la versión del partido. Ya sea una noticia, fotografías, publicidad o los propios libros de historia, nada escapa a la lupa censora de “gran hermano”.
Orwell hace especial hincapié en el uso del lenguaje como medio para controlar los pensamientos de los ciudadanos. Su inspiración fue la propaganda totalitaria nazi y soviética de la época y tenemos el equivalente moderno en el nuevo “lenguaje políticamente correcto”. Esta realidad ha sido propuesta y estudiada por académicos como Sapir y Whorf, que osaron afirmar la existencia de una relación directa entre el vocabulario humano y el grado de sofisticación de dicha cultura. En términos profanos: cuantas más palabras conozcamos, más amplio y complejo será nuestro universo.
Todos podemos recordar varias expresiones que escuchamos diariamente en “neolengua”
como: “nueva normalidad” o “distanciamiento social”. La utilización de estos vocablos no es casual y produce una extraña sensación de confusión en las mentes menos analíticas con el lenguaje.
Estamos utilizando un oxímoron sin un valor definido
Permitidme aclarar este desaguisado, pues de acuerdo a la R.A.E. un oxímoron no es más que una “estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido”. Desde luego, estas creaciones desconcertantes y de nuevo cuño, tienen mucho trasfondo pero muy poca lógica… ¿o no?
“Nueva normalidad”: esta monstruosidad contradictoria pretende normalizar lo extraño,
la nueva forma de vida que planean imponernos tras esta “pandemia” y la profunda crisis económica a la que nos abocan. Es una programación subliminal de nuestro subconsciente para que aceptemos sin pensar de forma racional cualquier novedad que decidan como necesaria. La falta de concreción en el término es deliberada y nos predispone a no cuestionar nada ya que será impuesto “por nuestro bien”. De ahí el problema de normalizarlas, dejándonos predispuestos a aceptar lo que sea, por “el bien mayor”.
Esta disonancia cognitiva, aunque sutil, es tremendamente poderosa. Nos mantiene en la incertidumbre y el desconocimiento, anhelando que nuestro Gobierno y sus “expertos” nos ayuden y aclaren el oscuro horizonte que se presenta frente a nosotros. Deja una sensación de indefensión e insignificancia. Esta subversión del lenguaje nos persuade de manera inconsciente a determinados comportamientos y pensamientos.
Cuando nos hablan de “distanciamiento social” en lugar de “distanciamiento físico”, implican el hecho de alejarnos socialmente, de temer al semejante, de temblar si tose siquiera… Condicionan nuestra mente y siembran sensaciones que no deberían estar ahí, mucho menos en momentos de crisis en los que todos hemos de estar más unidos que nunca, aunque sea respetando ciertas normas de salud.
Deseo fervientemente que utilicemos este tiempo de profundos cambios mundiales, para transformarnos en seres más conscientes y reflexivos. El mayor de los poderes que poseemos los humanos, es sin duda el amor y la separación espacial dista mucho de ser separación social. ¡Párate… y piensa!
Me ha gustado mucho so columna, Fred. Coincido con lo que expone y me perece muy acertado su diagnóstico. Enhorabuena por sus letras.