La Derrota de la Democracia americana

El pasado martes 3 de noviembre se celebraron los comicios presidenciales y parlamentarios en Estados Unidos. Tal como ya advertía en mi último artículo, en estos comicios los estadounidenses estaban llamados a elegir entre dos opciones diametralmente opuestas de desarrollo del país: o bien el refuerzo de la soberanía del país frente a los intereses de la gobernanza global o bien la sumisión de la primera potencia mundial a estos últimos.

Sabíamos que estas elecciones eran cruciales y que cada bando, apoyado por sus respectivos grupos de influencia y de interés, estaba dispuesto a todo por hacerse con la Presidencia. Pero lo que no esperaba, francamente, era llegar a viernes y no saber aún quién será el nuevo Presidente.

En efecto, pasados tres días desde las elecciones, el atónito votante americano y el sorprendido e incrédulo observador internacional sigue a la espera del resultado definitivo confrontado a un escenario surrealista marcado por las acusaciones mutuas entre ambos candidatos; las sospechas más que fundadas de presunto fraude electoral por parte del Partido Demócrata en estados clave como Michigan, Wisconsin, Georgia y Pensilvania; paros en el recuento de votos en Nevada y Arizona; errores en el registro de votantes; incumplimiento en la normativa electoral; expulsión de observadores del Partido Republicano de colegios electorales situados en algunos condados clave del estado de Pennsylvania, etc.

El propio Presidente Donald Trump denunció la misma noche electoral fraude en estados clave como Wisconsin y Michigan. En este último es donde se han producido las irregularidades más escandalosas, ya que entre las cuatro y las seis de la mañana del miércoles se produjo una interrupción en el recuento de votos que sirvió para añadir 138.339 votos por correo que fueron de forma milagrosa íntegramente parael candidato demócrata, recortando de este modo drásticamente la existente ventaja de seis puntos en favor de Trump. Casos similares se han repetido en Wisconsin, Pennsylvania o en Georgia. Justamente en estados clave donde el aparato electoral está bajo control del Partido Demócrata (excepto en Georgia) y donde es más difícil que se estimen las reclamaciones que el equipo de Trump ya ha presentado y va a presentar en los respectivos Tribunales de Reclamaciones estatales.

Han estado insistiendo acríticamente que el voto por correo favorecería a Joe Biden ¿Cómo lo sabían?

Ya en verano el entorno cercano a Hillary Clinton insinuaba que estas elecciones no podían perderse bajo ningún concepto y que los resultados, en caso de victoria de Trump, no debían reconocerse. Por otro lado, todos los medios afines al Partido Demócrata, tanto en Estados Unidos como en España, han estado insistiendo acríticamente que el voto por correo sería abrumadoramente favorable a Joe Biden (¿Cómo lo sabían?) en lo que parece una evidente estrategia de legitimación anticipada de lo que estaba por venir.

Finalmente y para terminar de preparar el terreno, todas las casas de encuestas han estado publicando sondeos en los que daban una clara victoria a Biden a nivel nacional y en los estados clave. No ha sido así. Es más, el margen entre ambos candidatos vuelve a ser el mismo que el de hace cuatro años frente a Clinton. ¿Qué pasa con las empresas demoscópicas que siempre se equivocan en favor del candidato demócrata? ¿No les parece todo muy sospechoso?

Lo que está claro es que la derrota de Hillary Clinton en las pasadas elecciones fue algo imprevisto que sorprendió al establishment y frente a lo cual no tenían nada preparado.

Ahora ha sido diferente. Después del fracaso del proceso de impeachment a Trump, acusado infundadamente de connivencia con Rusia, quedaban pocas opciones para evitar el triunfo previsible de Trump. Por otro lado, es evidente que cuatro años más de Trump no gustaban ni a la burocracia de Washington ni a Wall Street ni a las grandes tecnológicas de Silicon Valley, que, por cierto, actúan como auténticas censoras de noticias e información al servicio de los intereses del partido demócrata.

El único perdedor: Estados Unidos y su sistema democrático

A estas horas del viernes aún quedan por terminar de escrutar los votos en la mayoría de estados clave y aún es posible una victoria de Trump por la mínima. El equipo presidencial deposita las esperanzas en Nevada, Arizona y en Georgia. No obstante, la balanza parece inclinarse hacia una victoria pírrica de Joe Biden. Y digo pírrica porque Trump, contra todo pronóstico oficial, ha consolidado su base electoral e incluso la ha ampliado gracias al creciente apoyo del voto hispano e incluso afroamericano.

Pase lo que pase, ya hay un perdedor: Estados Unidos y su sistema democrático. Y es que gane quien gane ningún bando reconocerá como legítimo al ganador, la fractura política y social seguirá ahondándose y es harto probable que se produzcan serios enfrentamientos a medida que la proclamación oficial del ganador se alargue a causa de los litigios judiciales que van a protagonizar los próximos días y semanas.

En todo caso, el equipo de Trump se considera ganador y anuncia que no va a ceder hasta llegar, si es preciso, al Tribunal Supremo. Por otro lado, el equipo de Joe Biden ya se dispone a preparar la transición de cara a la toma de posesión el 21 de enero de 2021.

Todos los ingredientes para que estalle un serio conflicto civil están sobre la mesa. Mientras, los grandes rivales de Estados Unidos: China y Rusia miran con incredulidad cómo la primera potencia, el autoproclamado paladín de la democracia liberal que durante décadas ha estado aleccionando a medio mundo sobre cómo votar y gestionar su sistema político, se cuece lentamente con sus propias contradicciones.

En efecto, el siglo americano llega a su fin y en el Este Putin ya habla de una alianza con China.

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