¿Hacia dónde vamos?

Viven la izquierda europea, y la española en particular, unos momentos llamativos.

Cayó el Muro de Berlín, cayó la URSS, y toda ella quedó al aire mostrando sus vergüenzas, aunque siempre les quedaba Cuba, Venezuela, Nicaragua, y algunas otras dictaduras de izquierdas, donde el ambiente social solía y suele ser: ruina, desesperación, hambre, escasez de todo y violencia para no soltar el poder el partido único, que es el que domina todas las instituciones de una sociedad que ha procurado destrozar sin pausa, y en todos sus ámbitos.

Hoy, esa izquierda fraudulenta y fracasada socialmente en todos y cada uno de los sitios donde se ha impuesto y, ante el sonado desastre que ha provocado, ha cambiado de táctica, de planes

Ya no habla de la “lucha de clases”, una estafa que les funcionó cuando sacaban a relucir lo peor de la especie humana: envidia, violencia, odio, frustración, venganza y un largo etc., no, hoy quieren compartimentar  – y de momento lo están consiguiendo –  la sociedad en guetos voluntarios para así dominarnos mejor.

La lucha se ha llevado a los sentimientos, al sexo, al paisaje, al ámbito privado, al miedo a expresar con libertad lo que se piensa,  – y no me refiero a la mala educación o a los insultos gratuitos – imponiendo algo asquerosamente totalitario y, que, voluntariamente, todos hemos aceptado alguna vez, me estoy refiriendo a lo “políticamente correcto”.  

Con esas evidencias, con un plan perfectamente organizado y, con unos recursos infinitos, están trabajando en lo que mejor saben hacer: arruinar y dividir a la sociedad

A los hechos me remito. Valgan como ejemplos las últimas medidas del Fake que habita en La Moncloa. Después de anunciarlos se han producido inmediatamente los hechos siguientes: hundimiento de la Bolsa, hundimiento del ahorro de muchos jubilados en sus planes de pensiones, huída de inversores y paralización  – ante la incertidumbre legal – de aquellas que estaban previstas.

¿Alguien piensa que, tanto bancos como compañías eléctricas no repercutirán esos impuestos en los contribuyentes? No creo pero, de eso se trata precisamente, de seguir arruinando a la clase media para tener manadas de subvencionados, a los que dar “gratis” algunas migajas.

Hablando de la cruda y enconada guerra de sexos que vivimos, vemos cómo ya se ha destruido la convivencia, la confianza, el galanteo, los ritos previos a lo que llevaría, o no, al mutuo acuerdo entre dos personas. Por menos de una mirada, cualquiera que sea del sexo masculino, puede dar con sus huesos en la cárcel, ver destruida su reputación y destrozada su vida y fama.

Doloroso, injusto y por mucho que el T. Constitucional le haya dado el visto bueno, es rabiosamente todo lo contrario, ya que, discrimina a los sujetos según el sexo. Algo absolutamente contrario a la igualdad ante la Ley y, donde el acusado no tiene que demostrar su inocencia, sino los poderes públicos, fiscalía, policía, guardia civil etc., presentar las pruebas que condenen los hechos supuestos.

En esta guerra de sexos que padecemos en la actualidad, llama también poderosamente  la atención  la diferencia con que se difunden en los medios algunos delitos, dependiendo de quién o quiénes sean los sujetos que los protagonizan.

Aprovechando la red infinita de medios de comunicación que disponen, les valen todos los sucesos para imponer sus criterios, hacer su propaganda, y minimizar al mismo tiempo casos graves y parecidos.

Tan sólo un ejemplo, aunque los hay a centenares: si comparamos el caso de la violación de la Manada de Pamplona, con el secuestro y violación en grupo, de una menor de 14 años, quedaremos sorprendidos de las repercusiones sociales entre uno y otro caso.

El primero explotado al máximo; el segundo, topa con la cruda realidad que siempre tratan de obviar, los violadores no son españoles, por tanto la repercusión ha sido mínima.

Aquí tienen la noticia:

https://www.diariosur.es/nacional/diez-detenidos-alicante-20180322122936-ntrc.html

Hemos llegado a una meta de difícil retorno: se procura que la sociedad europea y occidental no se reproduzca, vale cualquier disparate, como el mal llamado derecho al aborto usado como método anticonceptivo; se promueven activamente eutanasia y eugenesia; se jalea cualquier movimiento que, de una u otra manera esté a favor de la no procreación, y se facilitan hasta aspectos asombrosos una inmigración sin orden ni concierto.

Si a todo esto sumamos la disminución alarmante de la natalidad en Europa, no digamos ya en España, ¿cuántos años nos quedan para cambiar la cultura europea y nuestra civilización? ¿Es ésa  – entre otras muchas – una de las metas del Globalismo?

Si alguien se atreve a contestar, las preguntas y las dudas están ahí.

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