El Parlamento de Eslovaquia aprobó el 4 de noviembre una ley declarando tanto al Partido Comunista de Checoslovaquia que estuvo en el poder desde 1948 a 1990, como a su brazo Eslovaco como organizaciones criminales.
Eslovaquia es uno de los dos países que formaron junto a la República Checa, la antigua Checoslovaquia y que se separaron tras su liberación del yugo comunista.
De hecho, la República Checa, junto con Ucrania, Polonia y los tres países bálticos-que sufrieron esta dictadura sangrienta durante décadas- hace años que ilegalizaron el comunismo, que tiene los mismos castigos penales que el nazismo.
En 1948 un golpe de Estado comenzó con 42 años de crueldad en un régimen comunista que asoló el país. El «terror rojo» ejecutó inocentes, suprimió libertades, llevó a la población a sufrir sometida a una ideología violenta y cruel que solo conocía un lema: «el que no está con nosotros, está contra nosotros».
La ley prohíbe cualquier exaltación, símbolo, monumento, placa, plaza, calle, organización o partido comunista, pide su condena y educar sobre sus crímenes entre otros puntos.
En 2019 el Parlamento Europeo igualó al comunismo con el nazismo, al aprobar una resolución en la que condenaron que «ambos regímenes cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones, y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad».
Al albor de esto, también han pedido que la UE establezca un tribunal internacional para los crímenes comunistas y la construcción de un monumento a las víctimas del comunismo del mundo, entre otras medidas destinadas a no dejar caer en el olvido a las más de 100 millones de víctimas del régimen comunista, como se hiciera en su día contra el nazismo.