Las nuevas tecnologías, la tecnificación de los procesos, los drones o las I.A supondrán a corto, medio y largo plazo un nuevo ‘salto adelante’ en la economía. Así parece que será, al menos, en lo relativo a los sectores primario y secundario.
No obstante, frente a lo que la ciencia y la tecnología empiezan a sugerirnos, cada vez con más fuerza, políticos de izquierda y centro popular nos han acostumbrado a escuchar que es cada vez más necesario acoger a millones de inmigrantes no cualificados para que cubran puestos de trabajo que «los nativos no quieren hacer».
¿Los parados no quieren hacer realmente esos trabajos, o no quieren hacerlos a cualquier precio? si bien no es el tema central que quiero tratar, es algo que también me pregunto yo.

«Falta trabajo pero son necesarios más inmigrantes no cualificados«. Esta incongruencia sostenida por parte los medios de comunicación masivos (mass media) es una de tantas con las que somos bombardeados cada día.
¿Cómo es posible que en nuestro país falten trabajadores en los sectores productivos y de transformación, pero al mismo tiempo la tasa de paro en España sea siempre tan alta?
¿Por qué los sueldos del campo siguen siendo tan precarios cuando se supone que faltan trabajadores y que, consecuentemente, la demanda de empleo tendría que favorecer una subida de salarios?
Los medios y la mayor parte de los políticos no responden a estas cuestiones. La mayor parte de los ciudadanos, al menos en España, parece no formularse preguntas en este sentido, aceptando lo que la autoridad política decide para ellos.
Vivimos en un tiempo en el que bajo una apariencia de libertad informativa la opinión pública está más dirigida que nunca desde la opinión publicada. Esta esta es fabricada por unos medios que están estrechamente vinculados a los partidos políticos que forman los gobiernos de quienes reciben ayudas (y ninguna ayuda es desinteresada).
Datos que apoyan la idea de que pueden empezar a sobrar trabajadores en ciertos sectores.
Este mismo año, el Ayuntamiento de Sevilla incorporó un nuevo modelo de cosechadora de naranjas para acelerar los trabajos de recolección de este fruto. Así ayudaba el consistorio sevillano a cubrir la supuesta falta de mano de obra- algo que sorprende en una Andalucía con 50% de paro de juvenil-.
En el caso de la mencionada máquina, el funcionamiento es simple y eficaz. El sistema actúa de forma muy similar al utilizado para la recogida de aceitunas. La mecánica consiste en colocar lonas o redes en el suelo y sacudir el árbol para que descargue. Cuando el plástico está repleto de frutos se vierten al camión donde se almacenan.
Este tipo de maquinarias han venido siendo desarrolladas en países tan tecnificados como Japón en los últimos lustros. Allí, en tierras niponas, la falta de mano de obra en las regiones campesinas alejadas del sur de Honshu (donde vive la mayor parte de los 125 millones de japoneses) es un problema real. Japón no ha querido recurrir nunca, hasta ahora, a la inmigración masiva para suplir la carencia que tiene de mano de obra en el campo.

En Australia, unos ingenieros han desarrollado un robot autónomo capaz de recolectar manzanas. Esta es la solución que han dado para evitar la falta de agricultores en el país austral.
Precisamente en esa tierra, se ha desarrollado ya la ‘farmbot’, la primera granja completamente robotizada de la Historia. A la robotización de los cultivos se han sumado nuevas técnicas de riego y permacultura. Gracias a estas innovaciones, un par de agricultores sentados frente a un ordenador podrían ser perfectamente capaces de llevar- supervisar más bien- una granja de varias hectáreas de la mejor forma posible.
En la Universidad de Wageningen, Holanda, se encuentra la facultad de agricultura y ciencia de los alimentos más avanzada del mundo. Allí se desarrollan en estos momentos nuevas formas de explotación del campo y fórmulas revolucionarias de cultivos urbanos que aprovechan los últimos avances científicos.
¿Por qué países desarrollados como España no implantan y desarrollan estos nuevos métodos?
Aunque siempre existirán las malas rachas, hoy en día, a la mayoría de agricultores propietarios que viven exclusivamente del sector no les va mal. Las subvenciones de la UE, los seguros y la comodidad que da permanecer en la zona de confort, hace que estos sean menos propensos que en otras épocas a adquirir nuevos tipos de maquinaria para trabajar el campo.
De igual manera, los políticos e instituciones en España tampoco tienen especial interés en favorecer una nueva oleada de tecnificación y automatización, pues el paro estructural de nuestro país es ya de por sí muy alto y las ciudades no pueden absorber nuevos trabajadores al ritmo de épocas pasadas (en las que por cierto, a menudo el paro también era elevado).
Por unas razones u otras, el campo español no está mejorando en productividad y eficiencia al ritmo que podría hacerlo. Sin embargo, los nuevos avances están ahí y, tarde o pronto, terminarán por implementarse gradualmente.
Una nueva revolución se cierne sobre el campo.
La cuarta revolución industrial en la que poco a poco vamos entrando, está empezando a cambiar muchas cosas a un nivel que muchos no se esperan.

Hace poco, investigadores de la Universidad de Plymouth (EE. UU.) han desarrollado un robot que recolecta fresas (un fruto cuya recogida era relativamente difícil de automatizar hasta ahora). El objetivo del prototipo es que recoja 25.000 frutos por día, cuando una persona es capaz de obtener 15.000 en ocho horas.
Esta máquina o robot industrial funciona con sensores y una cámara 3D que selecciona las fresas maduras. Este invento- aún en desarrollo- pone luz en el debate de hasta dónde puede o debe llegar la mecanización en la cosecha de fruta y la robotización de este tipo de procesos.
De igual manera, algo tan tradicional como plantar nuevos árboles frutales o arbustos empieza a ser tarea de las máquinas. La tecnología de drones ha alcanzado un alto grado de madurez y sofisticación en los últimos lustros, actualmente, existen drones sembradores potentes y asequibles.
Por seguir con otro de los muchos ejemplos que podríamos dar, en España ya hay empresas que apuestan por la mecanización de la ‘escarda’, el control de las malas hierbas.
Aunque las malas hierbas ejercen una acción de protección contra algunas plagas, la escarda es el sistema diseñado para eliminarlas cuando coinciden con las plantas cultivadas. Este trabajo, que generalmente se ha hecho a mano, se está empezando a mecanizar con el propósito de eliminarlas totalmente y mejorar la conservación del suelo.
El grupo empresarial Agromillora, plantea un sistema superintensivo para rebajar gastos, maximizar la cosecha y mejorar la calidad del fruto. La viabilidad de esta modalidad en las fincas será posible gracias los portainjertos. Estos son «patrones clonales multiplicados que conservan la máxima calidad genética y sanitaria».
Entre las ventajas del sistema superintensivo, Agromillora destaca el aporte de vigor, una entrada en producción más rápida, un avance de la maduración, una fruta con mayor calibre y coloración y un incremento de la cosecha.
Como vemos, las mejoras potenciales son innumerables y es de esperar que acaben generalizándose.
Si bien la invención de nuevas Inteligencias Artificiales pone en riesgo a largo plazo gran parte de los empleos existentes, no solo los del campo o las fábricas, son los que tienen que ver con agricultura, ganadería e industria- es decir, con tareas pesadas, duras y peligrosas que la gente prefiere no hacer (especialmente si no están bien remuneradas)- las que primero sufrirán grandes cambios que harán que descienda la demanda de trabajadores en estos ámbitos.
Conclusiones a extraer.
El futuro de la economía europea es como el presente, profundamente tecnológico y en progresiva fase de terciarización. El sector servicios terminará por ocupar a la inmensa mayoría de trabajadores. Es muy posible que termine habiendo muchas personas a las que no les quede más remedio que vivir de las rentas básicas universales, de pequeños empleos públicos que ahora no existen o de empleos muy puntuales del sector privado.
En España y en Europa no harán necesariamente falta grandes masas de inmigrantes no cualificados. El número y procedencia de los futuros inmigrantes vendrá dado en función de la voluntad política que expresen los pueblos y del grado de implementación de nuevas tecnologías que queramos llevar a cabo.
Decir que hacen falta millones de inmigrantes en países como el nuestro, con en torno a un 15% de paro estructural desde 2008, es una falacia que esconde un propósito meramente ideológico.
Puedo creerme- como señalan algunos medios- que en estos momentos falten camareros o albañiles, pero la solución quizá pasa por aumentar los salarios de estas profesiones. Si en un país con un desempleo como el nuestro cuesta tanto cubrir esos puestos es porque las condiciones y los sueldos no están a la altura. La época en la que millones de pobres tenían que aceptar cualquier empleo por malo que fuese con tal de tener trabajo ya quedó atrás.

El hecho de que la inmigración masiva pueda tener efectos sociales e incluso económicos negativos (sí, económicos, aunque durante mucho tiempo se nos vendiera lo contrario), es cada vez más, una verdad constatada. Recientemente, Reino Unido está experimentando la mayor subida de salarios de su historia contemporánea. Esto es posible gracias a la escasez de trabajadores y la imposibilidad de mantener grandes flujos inmigratorios por culpa de la pandemia.
Cuando incluso partidos socialdemócratas como los de Dinamarca o Suecia, han reconocido que la inmigración masiva puede tener efectos sociales adversos, así como tender a la baja los salarios, es que algo empieza a moverse en un continente que hasta ahora apostaba todo a tener una fronteras cada vez más abiertas.
La única crisis que realmente se puede ayudar a combatir mediante los flujos migratorios masivos es la de la natalidad. Ahora bien, por medio de unos programas de natalidad realmente ambiciosos como los que ya se proponen en países como Hungría, se podría paliar la mayor parte del problema. Así podríamos mejorar, al mismo tiempo, la calidad de vida de las familias con hijos y la atención paterna que reciben las nuevas generaciones.
En España recibimos al menos seis millones de inmigrantes en el periodo 2000-2008. Ni siquiera ese enorme cambio social y demográfico, facilitando desde las élites, ha solucionado el problema de las pensiones. Es más, mucho de quienes llegaron en aquel entonces, comenzarán a cobrar sus propias pensiones a lo largo de esta década…
En el terreno de la macroeconomía, es cierto que, en términos generales, la inmigración tiene un efecto positivo en tanto que aumenta el peso demográfico del país. Mayor población tiende a traducirse en mayores mercados interno y externo, capacidad de negociación, fuerza laboral, disuasión militar etc…
Pero también es verdad que, lo que realmente nos importa a los ciudadanos, es mejorar nuestra calidad de vida. Es decir, nos importa vivir bien y no tanto el peso económico que nuestro país tenga en el sistema mundo- por mucho que esto también sea importante e influya en lo primero.
Si algo hemos aprendido de veinte años en Afganistán, es que Europa y EEUU han perdido para siempre la capacidad de dirigir por si solas el destino del mundo. Dejemos un poco de lado esa mentalidad global de las últimas décadas, quedémonos solo con los aspectos positivos de la globalización y centrémonos en preservar y mejorar nuestro mundo occidental.