El Triunfo de Wall Street. ¿Quién gana con una Presidencia de Joe Biden?

A estas horas del domingo las trompetas anunciando ad hominem el triunfo de Joe Biden resuenan en nuestros oídos gracias a la unanimidad de toda la prensa y televisiones occidentales. Da absolutamente igual que el recuento no haya terminado o que Trump y su equipo denuncien un presunto fraude histórico en los estados clave, los medios de comunicación de masas ya han zanjado la cuestión.

Quedan, sin embargo, semanas de incertidumbre en las que el equipo de Trump jugará la carta judicial para revertir lo que a estas horas (veremos) parece un triunfo irreversible de Joe Biden. En efecto, parece que el orden vuelve a la Casa Blanca. Y digo esto porque la Presidencia de Trump habrá sido un paréntesis incómodo pero tolerable para los intereses corporativos de Estados Unidos y de Europa occidental.

La alegría en la mayoría de países europeos, los grandes medios de comunicación, Wall Street, la burocracia mundial y la mayor parte del mundo corporativo capitalista no deja lugar a dudas. El orden ha vuelto.

Esta euforia no debería sorprendernos si analizamos qué fueron las Presidencias de los Clinton, los Bush y Obama y lo que promete ser la nueva Presidencia de Biden. Sólo observando quién ha apoyado a cada candidato ya podemos hacernos una idea de quién gana realmente con una Presidencia de Biden.

Nuestros lectores de izquierda que tan acríticamente apoyan a Biden deberían saber que entre la lista de donantes de éste se encuentra la mayor parte del capital financiero del país (concretamente decenas de millones de dólares han ido al financiamiento de su campaña a lo largo de los últimos meses).

Entre estos donantes destaca lo más granado de la finanza, a saber, pesos pesados como JPMorgan, el grupo de inversión Carlyle (fundado por la familia Bush y George Soros), Kravis and Roberts y el fondo de inversión Blackstone, el mismo al que el gobierno popular vendió una parte muy relevante del parque de vivienda social de Madrid.

Además de la finanza, el equipo de Biden ha contado con el apoyo de Silicon Valley en su casi totalidad (incluso viejos amigos de Trump como Ronald Lauder lo han abandonado esta vez) y, por supuesto, del 99% de los medios de comunicación en manos de estas mismas compañías. Recordemos en este sentido que el director de Amazon, Jeff Bezos, es al mismo tiempo propietario del Washington Post.

No podía faltar tampoco el apoyo de la mayor parte de think-tanks ligados al complejo militar-industrial y a la burocracia nacional e internacional entre los que destaca el CFR, la Rand Corporation o Stratfor (cercano a la CIA). Finalmente, en la lista de partidarios de Biden hay que añadir a buena parte de la vieja administración Bush, sobre todo del ala neoconservadora (marcadamente intervencionista y militarista).

Este panorama, sumado al recuerdo de la administración Obama, a las promesas de Joe Biden durante su campaña y al creciente peso del partido demócrata californiano representado por Kamala Harris, hace presagiar un retorno al intervencionismo internacional, un nuevo impulso a los acuerdos comerciales multilaterales que limitan la soberanía de los estados y perjudican los intereses de la pequeña y media empresa, así como un aumento en la financiación de la burocracia internacional (controlada por la élite) y del entramado de ONG’s al servicio de los intereses corporativos en todo el mundo.

A todo esto hay que añadirle, desafortunadamente, una vuelta a la política de desprotección de las fronteras y de permisividad con la posesión, consumo y venta de drogas. Si no me creen observen lo que ha sucedido en el muy demócrata estado de Oregón o lo que ya sucede en la California de Kamala Harris. Estados donde la droga es legal y la adicción entre la juventud está causando auténticos estragos. Recientemente, además, Oregón aprobó despenalizar el consumo de droga dura como la cocaína o la heroína.

¿Quién se beneficia con todo esto? ¿La clase obrera, los trabajadores? ¿O los especuladores que están salivando ante la posibilidad de aumentar su margen de ganancia a costa de la salud y bienestar de sus ciudadanos?

En el lado de Trump, en cambio, vemos que la mayor parte de donaciones proceden del capital industrial (especialmente del sector energético e inmobiliario) y de la pequeña y mediana burguesía ligada a los sectores productivos (agricultura, energía, industria y construcción).

Toda la Presidencia de Trump ha sido una reivindicación de los intereses de estos sectores, erosionados por la competencia china y una globalización que ha engrosado principalmente los bolsillos del sector financiero, de parte de las grandes corporaciones industriales y de la mayoría de compañías de servicios más importantes.

La acción de Biden, si llega a la Presidencia, dará al traste con la política proteccionista de Donald Trump, que ha beneficiado a la clase obrera norteamericana y al tejido industrial mediano del país; encarecerá los costes energéticos para la industria del país; se plegará a los intereses de las grandes tecnológicas que actúan ya como un oligopolio en lo que a gestión del flujo de información y de datos se refiere; profundizará en la política de compra masiva de deuda estatal y corporativa que beneficia principalmente al sector financiero y a los fondos de inversión especulativos en detrimento de la inversión en infraestructura; y volverá a apostar por los mal llamados acuerdos de libre comercio que establecen la primacía de las grandes corporaciones por encima de los intereses nacionales.

A pesar de los cantos de sirena propagandísticos de los demócratas, no vienen buenos momentos para la clase trabajadora y la clase media estadounidense. Eso sí, el empobrecimiento generado será aminorado por la política de la subvención clientelar y experimentos como la renta mínima que deberían calmar al creciente precariado urbano al que se manipula hábilmente a través de la confrontación racial y de sexos y el consumo de droga.

Finalmente y para aquellos que en la derecha creen que Biden es el candidato de China, siento decepcionarles, pero no será así. Biden y los que le apoyan creen firmemente en la globalización y en la sumisión de las naciones al mercado global, pero no quieren un reforzamiento de China.

La elección de Kamala Harris es un aviso claro en la dirección del afianzamiento de la alianza con India. Este gigante ha sido ya escogido por la corporatocracia como la nueva base de fabricación barata al servicio de Estados Unidos y la UE.

Una India fuerte y dependiente de Occidente conviene a aquellos que creen en un imperio transnacional capitaneado por Estados Unidos y la gobernanza global. En este sentido, hay que señalar que estos tratados de libre comercio, que perjudican al sector industrial americano y que debilitan a Estados Unidos y a las naciones firmantes como entes soberanos, están también dirigidos contra China.

El objetivo es crear una camisa de fuerza regulatoria que dificulte el avance comercial del dragón chino en el sudeste asiático, América Latina y Europa, sobre todo en lo que a productos vinculados a los servicios y a las finanzas se refiere.

En lo que concierne a la política exterior, con Biden y Harris la posibilidad de una escalada en Ucrania con Rusia vuelve a estar sobre la mesa y la presión para interrumpir el vínculo energético entre la UE y Rusia no hará más que aumentar. Por otro lado, en Oriente Próximo y norte de África es previsible que el intervencionismo norteamericano en Libia aumente, que se intente un nuevo acercamiento con Irán y que las relaciones con la Turquía de Erdogan experimenten una nueva degradación, puesto que esta figura es muy molesta para aquellos que sueñan en incorporar a este país a la UE y en cortar los vínculos energéticos e industriales existentes con Rusia.

Finalmente, en Asia oriental podemos esperar el reforzamiento de la alianza con India, Japón, Vietanam y Australia en contra de China, así como un aumento en las actividades de desestabilización de la situación interna en China, Rusia y los países Asia central por donde pasan las Nuevas Rutas del Seda.

No es casualidad que recientemente Putin hablara de la posibilidad de una alianza entre el gigante eslavo y el dragón chino.

En definitiva, con el equipo de Biden el mundo espera más inestabilidad, más globalización, más intervencionismo y menos soberanía nacional.

Los Estados Unidos dejarán de actuar como un estado-nación para volver a ser una carcasa al servicio de los intereses corporativos: la cabeza de un imperio transnacional deslocalizado. Queridos lectores, quedan avisados, el orden vuelve a la Casa Blanca.

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