Apropiado título para iniciar un nuevo artículo, sobre lo que la tauromaquia, ha vivido en estos últimos días con la polémica entre el diestro Cayetano, y el Presidente de la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda.
Todavía parece difícil de explicar, que ocurran estas situaciones en pleno siglo XXI. La verdad que con la que está cayendo en todo el mundo, con la pandemia, con los momentos tan difíciles por los que está atravesando la propia tauromaquia, con una temporada llena de incertidumbre e interrogantes, ahora salimos por peteneras.
Pero mejor empecemos por el principio de esta polémica, acaecida en la corrida Goyesca que se celebra en Ronda. Al festejo celebrado el pasado día 2 de septiembre del 2017, cuando el Presidente del festejo le concedió las dos orejas al torero madrileño, pero se negó a la concesión del rabo, a pesar de la insistencia del público presente aquel día en los tendidos de la plaza malagueña.
Tras finalizar la vuelta al ruedo el diestro madrileño, con los apéndices cortados, se detuvo ante el Palco Presidencial y le recriminó que no le hubiera concedido el rabo del astado, según la sentencia le dijo textualmente:
“¡Este es el segundo rabo que me quitas, y ya no me quitas más!”
Lo que el propio Palco Presidencial consideró una infracción grave, y sancionó al diestro con 500 euros. Esta sanción, tocó el orgullo del diestro y de la mano del abogado Joaquín Moeckel, el abogado de algunos toreros, se querelló contra la Junta de Andalucía, y venció en los Juzgados de Málaga.
Dicha sentencia califica los hechos como:
“Vulneración de los principios de tipicidad, presunción de inocencia, culpabilidad, proporcionalidad, así como la comisión de determinadas irregularidades procedimentales determinantes de una eventual prescripción de la infracción o caducidad del procedimiento administrativo sancionador”.
Todo fenomenal y muy respetable, ahora bien, ¿era necesario llegar a esto? ahí es donde está el meollo de la cuestión.
Siempre en la fiesta de los toros han sucedido estas cosas, forman parte de la propia identidad de la fiesta. Este espectáculo es democrático, polémico, con un debate abierto, y lo más importante, con un público soberano, que en definitiva, es el que juzga cada actuación o cada faena.
Sabemos que hay presidentes, que le gusta ser los protagonistas del festejo, cuando debería de ser todo lo contrario. También sabemos que hay toreros a los que les gusta provocar a los Palcos Presidenciales o mejor dicho, calentar los tendidos contra dichos Palcos.
Pero esto no es nada nuevo, siempre ha sido y será así, es la idiosincrasia de la fiesta, es el debate de la propia tauromaquia.
Centrándonos en los hechos de aquella corrida de septiembre, del 2017, no sabemos si la faena de Cayetano era merecedora del rabo del astado o no, si el público lo pidió con petición mayoritaria o solo fue una petición leve. Lo que si es cierto, es que si hubo petición mayoritaria del trofeo y el Palco Presidencial no lo consideró oportuno concederlo. A consecuencia, el público que es soberano y democrático, abroncó al Palco Presidencial, como se ha hecho siempre.
Una corrida de toros, es el Parlamento más democrático que existe, porque el público, el propio espectador, el insigne aficionado, se manifiesta libremente a favor o en contra de la concesión de dichos trofeos. Lo que no nos parece bien, es que con la que está cayendo en la tauromaquia, se tenga que acabar en los juzgados por un trofeo más o un trofeo menos, y respetamos la postura de Cayetano, porque somos conscientes de lo que cuesta ponerse delante de un toro y triunfar.
Pero esta sentencia, muy respetada por cierto, puede crear precedentes, y ahora mismo en cualquier festejo, cualquier respetable figura del toreo que no esté de acuerdo con el Palco Presidencial correspondiente a la hora de conceder los trofeos, ¿también vamos a recriminarle, para que imponga una sanción y recurrirle? o ¿directamente lo vamos a sancionar, porque nos tocó nuestro orgullo?
Creemos y somos conscientes de que la fiesta no está para estas “fiestas” que a veces, tanto el orgullo como el exceso de protagonismo, hay que tragárnoslo y ser más humildes.
Porque no hay nada más bonito que salir de una plaza de toros y en corrillos de aficionados debatir, comentar o discernir sobre la tarde o faenas vividas, opinar o debatir sobre la concesión de los trofeos, si fueron justos o no, si estuvieron bien, o fueron excesivos, o si el Palco Presidencial actuó correctamente, porque estos corrillos, estas charlas de aficionados, es lo que da vida y personalidad a la fiesta de los toros. Así que seamos coherentes señores.