Empezamos uno de los artículos que más motivación da escribir, como es la polémica que estamos padeciendo últimamente en la fiesta de los toros, con los polémicos y exagerados indultos.
Concretamente en esta atípica temporada y a pesar de no haber prácticamente ferias, sino falla la memoria hubo siete indultos, todos forzados.
Con esto no decimos que los toros indultados no tuvieran virtudes, pero no las necesarias para ser indultados.
El indulto tiene que ser algo extraordinario, algo que deje huella en los aficionados, que estemos hablando de toros realmente sensacionales, de ejemplares con una bravura fuera de lo común, que sus nombres queden grabados en los anales de la tauromaquia, y sean todo un referente en sus propias ganaderías. Que su descendencia sea extensa, abundante y sigua dando honor y fama, a la propia vacada.
Pero en estos días, y en esta tauromaquia del siglo XXI no es así. Ahora hay una fiebre por indultar, bastante generalizada. Cualquier toro que regala dos docenas de embestidas, salta la petición de indulto, desde los tendidos, y comienza la fiesta, fiesta a la que en muchas ocasiones, por no decir todas, se unen los propios toreros, que están lidiando dicho ejemplar, y eso hace que la petición siga creciendo, y al final se logre el indulto, y todos contentos.
Creemos que para indultar a un toro, hay que tener un poco de lógica, partiendo de la base de que la suerte de varas, ahora tan protestada y en desuso como la estamos viendo, para medirle la bravura al toro tiene que acudir al caballo, mínimo dos veces, porque la primera vez, el astado no sabe a dónde va, ya que no es consciente de lo que le va a pasar. Por eso en la segunda entrada al caballo de picar, es donde podemos a calibrar de verdad su bravura y si lo pusiéramos una tercera, cuarta, o quinta vez, aún mas, igualmente como se hacen con las vacas en los tentaderos.
Pero hoy, tenemos una suerte de varas en desuso, siempre protestada, con toros a los que ni se le rompe en ocasiones la piel o ni tan siquiera se le “meten las cuerdas” como se dice en el argot. Por eso entendemos que no se puede calibrar bien la bravura en la suerte de varas. Eso sí, también hay toros que sacan toda su bravura o casta en la faena de muleta, y bendito sea Dios, al fin y al cabo la bravura es la pelea hasta la muerte, el ir siempre a más.
Por ello, viendo cómo está la tauromaquia actual y cómo están los públicos de las plazas, sería el indulto un asunto a recapacitar y modificar el cuándo y cómo se debe indultar.
El actual Reglamento necesitaría de una total revisión y modificación, de este apartado, entre otros.
Otro gran problema en España es que tenemos un Reglamento Nacional, y luego cada Comunidad Autónoma, tiene el suyo propio y eso es un auténtico caos, ya que son todos diferentes y con modificaciones a tener en cuenta. ¿Ustedes se imaginarían, tantos reglamentos en el futbol? Sería un auténtico caos y eso está pasando en la tauromaquia.
Aquí entran en juego las instituciones, y de momento como sabemos, este tema no les interesa y si les interesara, sería para prohibirla. Entonces tenemos que ser los aficionados, con el sector taurino los que nos saquemos las castañas del fuego, como casi siempre.
Una de las soluciones más viables y siempre sujetas a cambio, podría ser que cuando empezara, la petición de indulto y en el Palco Presidencial, empezasen las dudas, se volviese a introducir el caballo de picar al ruedo, colocando al toro otra vez en suerte. Un vez el caballo acceda a la plaza, calibrar la bravura, y si de verdad el toro muestra cualidades, arrancándose al caballo mínimo dos veces, con todas los méritos demostrados en la muleta, se podría decidir el indulto.
También para ello, el propio torero debería colaborar, no calentando al respetable, sino enseñando las cualidades y virtudes del astado, preocupándose en torear y en crear una obra de arte, de la cual salga la gente de la plaza ensimismada o como se decía antiguamente “toreando”.
Y si el animal, después de meter al caballo en la plaza, no se arrancara esas dos veces mínimas, pues se mata a estoque, y se le pueden conceder otros premios, como son la ovación en el arrastre o la vuelta al ruedo póstuma, que de por sí es todo un honor, tanto para el toro, como para la ganadería.
Lo que sí está claro que esta “fiebre por la indultitis” flaco favor le está haciendo a la fiesta, porque más que engrandecerla, lo que está haciendo es desprestigiarla.
El indulto es grandeza, se gana demostrando bravura, casta o raza. Debería ser algo ocasional, no cotidiano, porque con esta fiebre, nos estamos cargando la fiesta. Los toros de indulto, rara vez saltan al ruedo, dichos toros son la obra cumbre, de la alquimia de la bravura, del fruto de años de trabajo, y por eso su premio es el padrear en la ganadería, para que su estirpe siga creciendo.
Indultar un toro, por el simple hecho de que salga en una reseña, para que luego el propio ganadero lo mate en la finca, no tiene sentido.