El fin de la libertad

Ayer domingo estuve presente en la manifestación en coche en contra de la nueva Ley de Educación del Gobierno, la LOMLOE, más conocida como “ley Celaá”. Y lo hice por multitud de motivos, que relataré más adelante.

La ley de educación es para muchos españoles, entre los que me incluyo, la ley más importante que un gobierno puede aprobar. Un país es de sus ciudadanos, y a más preparados, formados y educados estén, mejor funcionará el país.

Por ello creo que, en ese aspecto, esta ley es todo lo contrario a una buena ley. La permisividad de pasar de curso con cada vez más asignaturas suspensas creo que baja el nivel de esfuerzo que se exigirá a los alumnos, lo cual bajará el nivel de rendimiento de los mismos, que a su vez hará bajar el nivel de calidad de nuestra enseñanza, que ya de por sí, no es muy buena, como pueden atestiguar los diferentes informes PISA.

Por otra parte, y no menos importante, ataca a los alumnos que requieren centros de educación especial. Y para hacer esto hay que ser verdaderos desalmados. No tengo otra definición para nuestros políticos en el Gobierno. Por qué quieres meter en aulas ordinarias a personas que, por diferentes discapacidades, requieren de una mayor atención, de un profesorado especializado y de una ratio profesor/alumno muy diferente a la educación ordinaria. Hay que ser malas personas. No hay otra explicación.

Por último, ataca ferozmente a la escuela concertada a través de acabar con la libertad de los padres de elegir el centro de sus hijos. Una puñalada feroz a la libertad educativa.

Para que nos hagamos una idea de si la gente prefiere la educación concertada o la pública, deciros simplemente que la concertada ha ganado una media de 22.407 escolares por curso en los últimos 15 años.

Recordemos que en España cada día hay una menor tasa de natalidad, y pese a ello, sigue subiendo la demanda de padres que quieren escolarizar a sus hijos en la concertada.

Pero no pasa nada, para eso está este gobierno socialcomunista cada vez más liberticida, para decirte dónde y cómo debes estudiar, no importa que Celaá haya mandado a sus hijas a Las Irlandesas, uno de los centros educativos más elitistas, católicos y, por supuesto, concertados. Haz lo que digan no lo que hagan. “Obedece ciudadano”.

Pero este gobierno liberticida no se queda sólo en la educación, aunque a mí, personalmente me parece la peor de sus medidas, tiene muchas otras.

Otra medida absolutamente escandalosa ha sido la puesta en marcha del genuino “miniver”, el ministerio de la verdad de la novela 1984, es decir una estructura a nivel interministerial, que incluye hasta al mismísimo Centro Nacional de Inteligencia para perseguir todo lo que considere “desinformación”.

Es decir, el Gobierno va ha decir que es verdad o que es mentira. Es algo absolutamente inconstitucional, porque destroza el artículo 20 de la Constitución. De nuevo el Gobierno está por encima de la Carta Magna de todos los españoles. ¿Lo podemos llamar ya dictadura, o esperamos un poco más?

Este acto, que ya resulta per se nauseabundo, se convierte en la más pura definición de hipocresía cuando es utilizado por el Gobierno de Pedro Sánchez. La misma persona que después de decir hasta la saciedad que no pactaría el Gobierno de España con Podemos, gobierna con Podemos. El presidente que después de decir mil veces que no pactaría nada con Bildu, ha pactado con el brazo político de la banda terrorista E.T.A. Después de uno y otro embuste, este personaje, cuya foto debería salir en los diccionarios de la RAE en la definición de “mentiroso”, esta misma persona, nos va a decir ahora, que es verdad y que es un bulo, una “fake news” o en general, una mentira. Maravilloso.

Hay algo que no me voy a cansar de decir, y es que no tenemos los políticos que merecemos, ni tampoco los políticos que necesitamos, pero desde luego, tenemos los políticos que hemos votado.

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