El pasado viernes 17 de junio, ante un público multitudinario y entregado, en un mitin en Nashville organizado por la organización cristiana y provida Coalición Fe y Libertad, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, vapuleó sin filtros a los nueve diputados de la Cámara de Representantes -siete demócratas y dos republicanos– que investigan la organización, responsabilidades y motivaciones del intento de golpe contra la democracia estadounidense culminado con el cruento asalto al Capitolio.
“Seamos claros, esta no es una investigación del Congreso; es una actuación vergonzosa que está haciendo perder el tiempo a todo todo el mundo; una producción teatral de ficción política y partidista con unas terribles calificaciones. Se están volviendo locos”, exclamó
Trump afirmó que todos los miembros del comité, incluidos los dos republicanos, son «radicales de izquierda». Y mientras a la muy conservadora Liz Cheney la llamaba loca, de su compañero de filas en el órgano investigador, Adam Kinzinger, afirmó: “Este tipo llora cada vez que habla. Algo malo pasa con él”.
También tuvo palabras para el fascismo de izquierda, muy ovacionadas de hecho.
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