Ciertamente, dada la intensidad del día, dudé, por lo menos en su momento, de escribir estas líneas y relatar la experiencia que tuve aquella larga jornada del pasado domingo 28 de mayo de 2023.
De la noche anterior vinieron los nervios, no por ser apoderado por vez primera, sino por no haberte leído en profundidad el manual, por el motivo que fuese, haciendo una vez más como en los tiempos del estudiante que se repasa el temario sobre el que se ha de examinar como si le fuera la vida en ello, optando si hace falta por dormir lo mínimo, e incluso nada, si hubiera hecho falta.
Nervios que te hacen acudir a tu colegio sin tomar nada más que un sencillo vaso de agua, y poco más. Nervios que poco a poco van desapareciendo, ya que, en el último momento recuerdas que has vivido experiencias en campaña similares a lo que podía ser una guerra y, en ese sentido, atraviesas el portal curado de espanto.
Sí que es cierto que la percepción generalizada por parte nuestra es que no batallamos en igualdad de condiciones. No quisiera pecar de falta de modestia, pero, en un sentido, me alegro de que así sea. No hay más que ver a los apoderados empoderados del puño y la rosa, y ver en ellos una amplia gama de despropósitos, desde el matonismo que les hace ir en grupo (su número así se lo permitía) hasta el esperpento y la lástima que te hacen sentir cuando ves que la mayor parte de ellos se duermen durante el recuento de los votos, o fallan más que una escopeta de feria.
No recuerdo a quién se le ocurrió compararnos a nosotros con los 300 espartanos y a los otros con los centenares de soldados persas. Fuese quien fuese, acertó de pleno.
El honor, humildad, paciencia, y todos esos valores que Calderón expuso en sus versos dedicados a los Tercios se hicieron presentes en cada uno de nosotros, cada uno en una medida distinta según el compañero, independientemente del colegio en el que se encontrase.
La cortesía, el buen trato que mostramos y que mostraron aquellos a los que hoy tendemos la mano, también es digno de mención. Aunque siempre haya algún garbanzo negro, más bien pepita de sandía, que quiera echar todo por tierra con la zafiedad, soberbia y falta de modales que le caracteriza.
Por suerte, el día, aunque largo, se mostró tranquilo. Buena temperatura, y, en general, un buen ambiente. El olor a tierra mojada de las intermitentes lluvias no podía disimular la falsedad que continuamente desprendían las apoderadas rojas. Desde sus formas, hasta su sonrisa. Ni el Joker sonreía tanto. Solamente hablaban entre ellos, como buena secta. Ni que decir tiene que, conforme iba avanzando el tiempo e iban llegando los individuos a votar, se personaron, al menos en mi colegio, una veintena de personas que se las veía que le daban a la droga, y votaron. Por suerte, vinieron escalonadamente, y no en tropel. De ser así, la cosa hubiera sido insoportable.
Pasé un buen rato de pie, cumpliendo mi función como apoderado. En ese momento, observar, y poco más. Cuando me cansaba, me sentaba en un sofá o me iba a la entrada a tomar el aire. Cuando veías a las personas votar, a veces notabas que algunos cerraban la cortina en su totalidad, otros no tanto, y a un número reducido de personas, directamente les daba igual, e introducían la papeleta en el sobre con la cortina bien abierta, con lo cual todo el mundo, desde el presidente, hasta los vocales, podía verles votar. El caso de los yonquis que vinieron, la cosa era un tanto peculiar.
De entrada, ellos venían buscando el voto incluso en las cajas, donde no se podía coger. Cuando por fin accedían a meterse en la cabina, y cerraban las cortinas, salían a depositar el voto con el sobre en una mano y la papeleta en otra. Así que todo el mundo presente allí, veía lo que este mendrugo iba a votar. Curioso que en todos los sujetos en los que se repitió este fenómeno, el partido a votar era siempre el mísmo, el Partido Socialista.
Cuando me di cuenta de aquello, lo primero que pensé en decirle a uno de sus interventores:
“Os debéis a vuestros votantes. Y qué votantes. Si no fuera por el voto comprado, el heredado, el de los vagos y maleantes, el de los que han venido de forma ilegal, o el de los drogadictos, las personas que os votan por ideología no os daba ni una décima de los votos que tenéis”
Se quedó en eso, en un pensamiento.
Otra anécdota rescatable es cuando apareció el ahora ex – Alcalde. No sé de qué forma pasó, pero ocurrió. Una ocasión como esta era única, y se le abordó. Con las manos atrás y dejando bien visible la insignia verde de apoderado, se habló con él, para preguntarle, con ojos rabiosos, que nunca con malas palabras, si era consciente de lo que había hecho, de los desprecios que había emitido hacia las trabajadoras, hacia las mujeres, y el agravio que les hacía no solamente a ellas, también al pueblo entero, al meter a un lobo en sus listas. Su respuesta, no pudo ser menos que más de lo mísmo, a saber: “yo no tengo nada que ver en la conformación de las listas de mi partido”, “yo no sé nada”, etc. En resumen, echando balones fuera. De no ser por aquella señora que, muy maleducadamente le cogió del hombro para hablarle como en estas tertulias de bar, aquel advenedizo escurrebultos no tendría donde caerse muerto. Aquella señora fue su tabla de salvación ante la interminable lluvia de zascas que el hoy ex – Alcalde no dejaba de llevarse.
Hasta el momento del escrutinio, ninguna novedad. Tranquilidad. No venía nadie. Bueno, miento. Apareció a mediados de la tarde la candidata del Partido Socialista. Una pija insoportable venida a más, una marisabidilla que de todo habla y de nada sabe, una charo de manual que nos hizo preferir a la gran mayoría de los integrantes de ambas mesas recibir una patada en nuestras partes nobles antes que escucharla a ella o a los murmullos y cuchicheos que profirió en conversación con sus compañeritas de partido, sin ninguna clase de educación, delante de todo el mundo.
Esas cosas se hacen en privado, o por lo menos, a la entrada del recinto, que estaba cubierto y la intermitente lluvia no calaba hasta ahí.
No quisiera imaginarnos a los que estábamos, el día 23 de julio a esa misma hora, pero a ninguno. Íbamos a acabar todos cocidos, del calor.
Bueno, a la hora de la verdad, por lo menos en mi mesa, el recuento se desempeñó con normalidad, con la cabeza fría, y bien organizado. No puedo hablar mal de nadie del resto de partidos, así como de ninguno del resto de integrantes de mi mesa. Todo correcto.
No puedo decir lo mismo de la segunda. Aquello era el caos. Las mismas que provocaban aquel caos eran las mismas que se presentaban de candidatas por el Partido Socialista. La segunda, la tercera, la cuarta… me daba igual el puesto que tuvieran en la lista. El caos estaba servido con estas dos charitos.
Era tal el descontrol que hasta dieron votos de más a VOX. No obstante, por mera honradez, tuvimos que decir no, perdone, se ha equivocado, usted no sabe ni contar. Como para gestionar un pueblo entero. En la práctica, un voto roto de manera no accidental es un voto nulo. No lo fue así, por lo menos en la cabeza de estas serpientes, que arañaron todo lo que pudieron. Si la papeleta hubiera estado impregnada de una estela de mierda, quizás la hubiesen peleado también. Las buenas formas que aparentaban durante la jornada se esfumaron a la hora del recuento. Es ahí donde mostraron su verdadera cara, y la fiesta que se habían estado dando durante todo el día, asumiendo la victoria, se transformó en triste derrota.
Las caras les llegaban al suelo. La lástima que dieron en los días siguientes, suplicando la gobernabilidad, amparándose en la lista más votada, fue para decirles a este puñado de niñatas consentidas:
“¿Dejó gobernar Pedro Sánchez a Mariano Rajoy cuando él fue la lista más votada en 2016-2018? ¿Dejó el PP a VOX gobernar Ceuta cuando VOX era en su momento la lista más votada?”
Demasiados votos han obtenido habida cuenta de lo que han hecho. La falta de memoria y los estómagos agradecidos de colectivos determinantes son los que han hecho posible que ustedes hayan alcanzado el número de votantes que tienen. Y nada más.
Fue un día duro, pero interesante. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos.
Es momento para la alternativa. Es momento para echarlos de las instituciones.