Comienza la pesadilla de Afganistán

¿De verdad alguien en su sano juicio se cree que un grupo de extremistas insurgentes enemigos de la humanidad y adoradores de la barbarie, cuyo fanatismo religioso se halla anclado en la baja Edad Media, es la mejor opción para Afganistán? Sí. ¿Quién? La izquierda. ¿Por qué? Porque está enferma.

Acabamos de conocer el estallido de dos explosiones (atentados terroristas), que dejan varias víctimas mortales en Kabul. Duro. Muy duro. Brutal. Lo peor de todo es la cruel sensación de que esto acaba de empezar. Que lo peor está por venir, sobre todo para las mujeres y niñas que volverán a ser tratadas peor que animales salvajes. Aunque el maldito pensamiento colectivo rojo y sus subvencionados medios de contaminación mediática, sin pudor ni vergüenza, porque no la conocen, te vendan que esas mujeres y niñas pueden estar tranquilas sabiendo que Vox no gobernará allí. Que lo harán los adalides del empoderamiento femenino: los talibanes.

Es imposible superar el nivel de obscenidad per capita que exhibe la izquierda. Cuando pensamos que no se puede caer más bajo, el rojerío se supera.

Ya percibimos los efectos del Gobierno de la Paz y el consenso encarnado en los buenos chicos de los talibanes. Algo traviesos y hasta pelín rigurosos, aunque no siempre, todo hay que decirlo, pero nada que no podamos solucionar con unas paritarias charlas de feminismo y sororas dosis de resiliente cariño con perspectiva de género. ¿Frivolidad? No. Imbecilidad progre elevada a los altares de lo políticamente correcto y estrelladas contra el suelo de la realidad más aberrante.

Cuando la basura ideológica vomitada desde la izquierda se vuelve tangible, los efectos que produce termina arrastrándonos indefectiblemente hasta el imperio de caos.

¿De verdad alguien en su sano juicio se cree que un grupo de extremistas insurgentes, sin medios militares aéreos ni terrestres, salvo su enfermiza ideología y sus obsoletas armas, puede derribar en cuestión de horas y sin resistencia alguna al Gobierno afgano?

Hay que reseñar que ese mismo Gobierno, en palabras de Biden, se asienta (se asentaba) sobre un ejército que SÍ posee medios aéreos y terrestres de defensa y ataque, además de 300.000 soldados entrenados y equipados por EEUU para luchar contra el terrorismo islamista. Hay acreditadas fuentes hablan de 90.000 millones de dólares lo que ha invertido en crear y pertrechar a dicho ejército. ¡Ojo! Hablamos de ingentes cantidades de dinero que no parece haber servido de mucho…

Es obligado mencionar que contaban, al menos en teoría, con el apoyo de  inteligencia y logística de EEUU, puesto que si los ha entrenado habrá sido para ganar no para ser derrotados ni colaborar con los terroristas en la toma del poder. Según se ha filtrado, los servicios de inteligencia americana habían reconocido que los talibanes podían hacerse con Kabul en 90 días. Bastaron 72 horas. Alguien debería dar explicaciones. Ese alguien es Biden, el mismo que en abril del presente año vendió armas por valor de 23.000 millones de dólares, incluidos 50 cazas, drones armados, etc., a Emiratos Árabes Unidos. ¿Casualidad?

Conviene no olvidar lo que va a suponer esto para los más 38 millones de afganos, que, viendo con la facilidad que se han alzado con el poder los talibanes y presos del pánico que infunden, no dudarán en marcharse de sus respectivos lugares de origen. Estamos frente a un éxodo masivo de proporciones imprevisibles, una catástrofe humanitaria, causado por terroristas pero organizado por los abanderados del globalismo.

Todo esto no puede ser casualidad. Nada de esto habría ocurrido sin la humillante actuación de la administración Biden, que ha abandonado aquello que juró defender y se ha convertido de facto en los socios de su enemigo público. Que ha firmado una derrota miserable que solo su clase dirigente merece, nunca su pueblo.

El día de la infamia en Afganistán lleva la rúbrica del presidente de EEUU. Sus indelebles y traidoras huellas nos abocan a un mundo mucho peor, más propicio a deslizarse por el precipicio de la barbarie talibán y no por el espíritu de los padres fundadores de EEUU.

No podemos omitir la mano invisible que mece la cuna: China. Ante la cual Biden se ha arrodillado y ha entregado las llaves de la libertad mundial. Hoy, la geopolítica mundial, descansa sobre el regazo del dictador chino. Hoy el mundo camina hacia el abismo.

¿Y qué dice la Unión Europea? Su alto responsable de asuntos exteriores y políticas de seguridad, el socialista José Borrel, dice que hay que hablar con los talibanes, entablar un diálogo porque ellos han ganado la guerra. (Joder, Franco también la ganó y no lo dejáis tranquilo ni muerto, panda de tarados).

Querido lector, fíjate hasta dónde llega la podredumbre moral de esta decadente élite que solo mira por sus oscuros intereses. Hay que ser muy miserable para aseverar semejante barbaridad. Está absolutamente descartado poner en marcha las medidas que sean necesarias para derrotar a los terroristas y restablecer el orden. Según el citado alto cargo pero bajo humano, hay que hablar con los terroristas. Parece que está encantado de hacerlo…

En cambio, observen lo que ha dicho Santiago Abascal, líder de VOX, con muy buen criterio: “Los afganos que huyen del terror talibán deben ser acogidos en los países musulmanes limítrofes. Si tienen la misma lengua, mismas costumbres, misma religión, será mucho más fácil adaptarse para todos los que se vean obligados a huir de los talibanes. Por fin, alguien dice lo que muchos pensamos. Por fin alguien pone cordura. Por fin alguien enarbola la bandera de la dignidad. Por fin tenemos esperanza, tenemos a Vox.

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