Columna de La Reconquista | Perspectiva 2030 de un español en Paraguay

Improbable lector, vivo en Asunción y tengo una buena amiga. Arquitecto e insultantemente joven; hago este comentario para ponerle en antecedentes de que es: 1º Mujer; 2º Muy joven; 3º Con acreditación académica; 4º De clase media-alta; y 5º Trabajando, como arquitecto, en un conocido gabinete de arquitectura de quien presidiera durante años el Colegio de Arquitectos del Paraguay.

Fue profesora de español (le recuerdo que Paraguay es el único país bilingüe de Hispano-América). Ella está en la UNA (Universidad Nacional de Asunción). Comparte aulas con la Universidad de Bellas Artes, en la cual –matriculados– se encuentra una “fauna de la diversidad”: transexuales, travestis, gays, lesbianas, drag queen… es decir, gente de todo pelaje. También me comenta que tienen un patio –rodeado de árboles– para pasar un tiempo de asueto entre clase y clase. Dicho patio tiene un indisimulable olor a marihuana (porque la cocaína no huele, se esnifa). Además, los estudiantes pueden acudir a las aulas acompañados de sus mascotas, perros o gatos. Existe cierta permisibilidad a la hora de fumar también; no está permitido pero tampoco expresamente prohibido. En síntesis: Los estudiantes visten como quieren, se pueden drogar y estar acompañados por sus mascotas. Vamos, ¡igualito que en España!

Dicho lo cual –improbable lector–, mi amiga reúne todos los ingredientes para estar bajo la presión atmosférica de la AGENDA 2030. Y, de hecho, se encuentra influida por esa presión, sin perjuicio de que tengamos debates intelectuales de gran calado. Hablamos de la ingeniería social vigente en la actualidad. Ella bajo el prisma paraguayo y yo bajo la óptica de las tradiciones españolas. Cada uno de los dos aportando, a pesar de la diferencia de sexo, edad y continentes, su peculiar y subjetiva visión de los hechos.

Sobre el aborto. Siendo ella proabortista, sus principales argumentos son que:

1º.- La mujer debe decidir si quiere dar a luz un hijo o no.

2º.- En el Paraguay tiene una gran relevancia –mucho más que en España– el poder adquisitivo, por encima de la clase social de la que se procede. En el caso de un “embarazo no deseado”, los padres de uno o de ambos pueden arreglar su manutención.

3º.- “La sexualidad es un derecho al que todo el mundo debe tener acceso”.

Bien, sobre el 1er punto, partamos de la base de que dar a luz es algo que debiera decidirse entre dos. Como se decía antes, el “sexo” es como las películas españolas: Todas se ruedan en coproducción. Por consiguiente, es cosa de dos. Entonces me argumenta que debería haber “educación sexual” para hacer llegar el mensaje de métodos anticonceptivos. Cuando a un sustantivo –un nombre– se le añade un “apellido” pierde su propia naturaleza. Repare –improbable lector–  que a la Alemania comunista se la denominaba REPÚBLICA DEMOCRÁTICA ALEMANA”, ¡qué cinismo! Es por ello que afirmo que el apellido desnaturaliza al nombre. Es por ello que –sin polemizar con mi amiga– soy partidario de que haya más “educación”, sin necesidad de que tenga que ser “sexual”. A estas alturas de la película me resisto a creer que una mujer (sea púber, adolescente o adulta) no sepa que en caso de un coito sin medidas profilácticas no pueda quedar embarazada, en Paraguay, en España o en Pernambuco.

Yo estudié en el Colegio San Miguel de Barcelona, del Sagrado Corazón de Jesús. Era un colegio de lo que se ha dado en llamar “educación diferenciada”. Todavía recuerdo al director, al que llamábamos “Jimy tacones” (porque anunciaba su presencia con antelación por los decibelios que producía su calzado) que glosaba, evocando un conocido eslogan publicitario de la época, “El San Miguel es cosa de hombres”. ¡Qué tiempos aquellos! ¿Recibí allí educación? No, puesto que la “educación” era un terreno exclusivo de los padres. Allí recibí formación y disciplina, mucha disciplina, con severos castigos e incluso corrección física (que ahora se diría “maltrato”), pero del que no salí ni con traumas, complejos y, ni mucho menos, secuelas físicas. Nunca supimos mis hermanos y quien suscribe lo que era la educación sexual, pero sí lo que era la educación.

Para mí las niñas –a pesar de tener tres hermanas– eran como hablar con ET, con un extraterrestre. Un ser desconocido que me imponía un enorme respeto, por desconocido. Teníamos un instituto de chicas –el Instituto Maragall– justo a dos manzanas de mi colegio. Salíamos muy pocos minutos antes que ellas y nos apresurábamos para ir a verlas salir del recinto. Yo fumaba, para aparentar ser más mayor de mis 13 o 14 años. Mis compañeros y yo las tratábamos con una delicadeza exquisita; no hago ninguna hipérbole sobre este comentario. Improbable lector, ¡qué tiempos aquellos! Eran los tiempos de la disciplina y la inocencia, en la que todavía íbamos ataviados con pantalón corto. Y no recibimos ninguna educación sexual. No hacía falta. Un compañero dejó embarazada a una chica a sus 14 años. A los 21 ya era padre de tres niños, pero estaba casado y trabajaba, es decir que asumió su responsabilidad.

Sobre el 2º punto, ¿qué es un “embarazo no deseado”? Se me puede acusar de machista, pero lo cierto y verdad es que en el sexo normal (me niego a llamarle “heterosexual”) la única que puede quedar embarazada es la mujer. Será un punto de vista no machista, pero sí egoísta. Imagínese –improbable lector– que en un trayecto de tráfico rodado en el que hay un hombre y una mujer como ocupantes sólo pudiera morir, en caso de accidente, uno de los dos. Me es indistinto. Que en este caso fuera la mujer. Lo lógico es que la mujer tuviera que disponer de todos los elementos para proteger su vida. Por eso no es baladí lo de la educación, no exclusivamente sexual, sino una educación integral, sin perjuicio de que la más vulnerable es, en este caso, la mujer. Consecuentemente, no es descabellado que con los tiempos que corren sea el “aborto legal” una de las medidas más machistas que se han registrado en nuestro ordenamiento jurídico, porque toda la carga de la prueba la pone –y la impone– sobre la mujer.

Va para 10 años que resido en Asunción y hay dos negocios que jamás abriría por ser fracaso asegurado: Una fábrica de preservativos y una clínica abortista. No en vano, en Paraguay el 70% de la población es menor de 30 años (para hacer una profunda reflexión, pues es la auténtica riqueza de un país). Un país joven, muy joven.

Sobre el 3er punto, he ahí un campo abierto a todas las sutilezas. ¿Qué es la sexualidad, un derecho, una necesidad o un deseo? Me decanto más por la necesidad y/o el deseo. Cuando se argumenta un “derecho” es como hablar del derecho a beber, a comer, a dormir. La necesidad es algo imposible a lo que sustraerse, pero en el caso de la sexualidad hay terceras vías o medios alternativos que el de tener relaciones completas con el otro sexo, entre ellas la abstinencia. Me resisto a enumerar las otras, por si estuviéramos en horario infantil. El deseo es una apetencia que se tiene por algo que se anhela. Como decía O. Wilde, “La mejor manera de desembarazarse de una tentación es ceder a ella”. En consecuencia, a mi leal saber y entender, la sexualidad ni es un derecho, ni una necesidad, ni un deseo. Es algo que, sencillamente, está allí.

Según los teóricos del rebirthing (técnicas de respiración), lo más importante en todo ser humano es 1º Respirar; 2º Beber agua; 3º Descansar (dormir); y 4º Comer. En ningún momento hablan de la sexualidad, la cual –sencillamente– sigue allí.

En los innumerables debates con mi amiga hemos entrado en el capítulo de los indígenas –guaraníes que poblaban estas tierras antes de la llegada de los españoles–. Conste que hablo de indígenas y no de indios, pues los indios pertenecen a esas culturas precolombinas tales como los aztecas, incas o mayas, los cuales dejaron un legado por sus conocimientos en medicina, astronomía, escritura, escultura, monumentos, etcétera. Los guaraníes no dejaron una piedra, un lenguaje escrito, una cultura de lo que fuere… nada de nada. Ahora bien, es de justicia confirmar el amplio conocimiento que tienen de las plantas, de los remedios naturales (a los que denominan “yuyos”). Es extraordinario su conocimiento. Doy fe de ello. Tuvieron que venir los jesuitas a enseñarles a escribir su lengua y a crear unas estructuras de “reducciones” en poblados, creando misiones en las que estructurar político, social, educativa y culturalmente a los indígenas, a los que les enseñaron a escribir en su propia lengua. Estuvieron unos 180 años. Les enseñaron modales y a escribir (por cierto, la “ñ” es muy activa en el idioma guaraní). Reitero que es el único país de Iberoamérica que es bilingüe. En contra de lo que muchos sostienen, no estoy a favor de bilingüismo. “Acá” (como se dice “aquí”) los hay hispano hablantes y guaraní parlantes, pero la inmensa mayoría se defiende en “jopara” (mitad guaraní y mitad español), algo así como el “chapurriat” en Cataluña, el “castrapo” en Galicia, o el “spanglish” en la Florida. Habida cuenta de que la lengua es un conjunto de conceptos codificados, pensar la mitad en un idioma y la otra mitad en otro puede llevar a una colisión frontal de todo punto de vista. De ahí el fracaso escolar y la distorsión de la realidad que sufren en bastantes regiones y países.

Las relaciones “afectivo sexuales” entre los guaraníes son muy sui generis. Las niñas no se tocan hasta la primera menstruación (sobre los 9 u 11 años). A partir de ahí, todo es posible. No es extraño encontrar niñas embarazadas con 11, 12 o 13 años, a lo peor embarazadas por su padre o por su hermano. Es una cosa de locos. Te puedes encontrar indígenas, a la madre (nunca al padre o a los padres) con una fila de un montón de hijos con dos dedos cada uno de diferencia en la altura (los 9 meses que los separan) pidiendo limosna o comida. Una vergüenza. Paraguay es un Estado fallido. Debemos colegir –improbable lector– que el Estado es un ente que emerge de la sociedad para proteger a una parte de sus miembros de la depredación de otros. Por consiguiente, el Estado debe ser 1º proveedor de seguridad física, y 2º de seguridad jurídica. En síntesis, el Estado está para corregir los desequilibrios dentro de una sociedad basada en el imperio de la Ley. Por eso el Paraguay es un Estado fallido, porque no corrige los desequilibrios ni provee de seguridad física ni jurídica. ¿En qué situación están los indígenas? Con absoluto desamparo. Y los paraguayos siguen culpando a los españoles de la situación indígena, cuando hace más de 200 años que se independizaron de España.

Sobre la Ley de Violencia de Género. Aquí hay una Ley de violencia intrafamiliar que no se aplica, salvo que el/la denunciante sea de posibles. En Paraguay, uno, en plena y concurrida plaza pública a las 12 del mediodía, puede matar de dos tiros por la espalda a un tetrapléjico en silla de ruedas, y un juez y un fiscal pueden llegar a decir que fue en defensa propia. Todo se mueve con y por dinero (la plata, que dicen acá).

Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que esta sí que es una sociedad machista en el peor de los sentidos. Un gran porcentaje de los hombres han sido educados bajo la mentalidad de que si no se quedan mirando fijamente a una mujer –da igual la edad y la belleza– y no les “dicen algo”, pueden pasar por “putos” (que es como se les denomina familiar y vulgarmente aquí a los gays). Por consiguiente, es harto difícil que prospere una denuncia por violencia de género si no hay resultado de muerte o graves lesiones.

Me apunta mi amiga que se carece de albergues de acogida para las víctimas de violencia de género, o cualquier tipo de ayuda económica. Es decir, Paraguay –en este sentido– se encuentra en las antípodas de España.

Después tenemos la prostitución, masculina, femenina o transexual. Las prostitutas paraguayas carecen de “chulo”; van por libre. Algo bastante inusual. Sin embargo, existen redes de prostitución infantil. Suelen ser niñas y niños de entre 10 y 14 años, indígenas. Se encuentra en barrios muy determinados. Han sido denunciados (es decir, grabados y emitidos en la televisión) y el Estado no mueve un dedo por erradicarlo.

Hay mucha homosexualidad, tanto femenina como masculina. Le aseguro –improbable lector– que este país, en este aspecto, es bastante más tolerante que España. Sin embargo, en las manifestaciones del “día del orgullo” van cuatro gatos. Tampoco se hace ostentación de símbolos LGTBIQ+, ni banderas arcoíris ni nada que se le parezca. Pero, eso sí, que no se les toque lo que forma parte de su cultura y tradiciones: El tereré, el mate, su fe cristiana y la siesta. Es un país que fuma poco, pero que apuesta mucho y bebe más, pero en el que no se forman botellones. Un país con gente que te puede matar por robarte un móvil, pero con gente capaz de dar la vida por ti si lo necesitas. Un país híper sexualizado desde su base social, pero no con una sexualidad impostada desde los poderes públicos, por pura ideología, como es el caso de España, mi amada España, que la tienen secuestrada.

Este es un país con un Estado fallido, pero libre, en el que se puede hacer todo lo que no está prohibido, a diferencia de España cuyos ciudadanos sólo pueden realizar aquello que está permitido.

En cualquier caso, improbable lector, los debates con mi amiga siempre son interesantes y fructíferos.

Deja un comentario