Columna de La Reconquista | Los orígenes de la masonería, Parte XXVI: La Segunda República

En este artículo recuperaremos la línea histórica que traíamos en episodios anteriores sobre la influencia de la masonería en España, y que alteramos para contar la trayectoria masónica fuera de sus fronteras y la influencia de la secta en otros grupos que han aparecido a lo largo de la historia.
Terminábamos en el último capítulo sobre la influencia de la secta en España, hablando de la visita que hizo una delegación de la masonería al Rey D. Alfonso XIII. En esta visita quisieron imponerle una serie de condiciones, garantizándole que, de acatarlas, se mantendría en el trono (este ofrecimiento deja muy claro el poder que tienen de quitar y poner rey o gobernante). De no hacerlo, lo amenazaron con que sería expulsado de España, como así termino ocurriendo. No obstante, el rey se mantendría en el trono 12 años más, en parte, gracias a la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930).
Entraremos directamente en los acontecimientos previos a la instauración de la Segunda República, y lo haremos citando como no puede ser de otra manera, al gran Alberto Bárcena:
“Lo primero que no les han explicado bien es el origen del propio régimen republicano: una conspiración iniciada en la rebotica de un catedrático de Química Orgánica, el doctor Giral, en la madrileña calle de Atocha, donde se fundó la Alianza Republicana, en 1926. Aquel grupo inicial pasó a reunirse en casa de Don Alejandro Lerroux, que, desde los días del Paralelo, cuando arengaba a sus «jóvenes bárbaros» para hacer la revolución violando novicias, se había centrado, políticamente hablando; aunque su aborrecimiento por la Iglesia no decaía. Con el futuro presidente del Consejo de Ministros –ya nadie recordaba su implicación en la Semana Trágica– se reunían Manuel Azaña, Álvaro de Albornoz, Marcelino Domingo, Ángel Galarza y Fernando de los Ríos, todos masones excepto Azaña, que se iniciará ya durante la República. Contaban con el apoyo de las logias y del partido Radical, entonces en la clandestinidad”.
El final de la dictadura de Primo de Rivera supuso el golpe de gracia para el reinado de Alfonso XIII. El Rey tuvo la extraña habilidad de lograr reunir en su contra a políticos que parecía que nunca se habrían puesto de acuerdo en nada (algo muy parecido a lo que ocurre con el gobierno Sánchez). El 17 de agosto de 1930 se reunían en San Sebastián representantes del republicanismo español para conspirar y trabajar unidos para terminar con la monarquía en España. Entre ellos estaban el PSOE y la UGT que, hasta hacía solo unos meses, eran uno de los más firmes pilares de la dictadura de Primo de Rivera. La reunión se celebró en el domicilio social de Unión Republicana de San Sebastián, bajo la presidencia de Fernando Sasiain, presidente del Círculo Republicano local y luego alcalde de San Sebastián. Asistieron a la reunión Alejandro Lerroux por el Partido Republicano Radical y Manuel Azaña por el Grupo de Acción Republicana. Los radical-socialistas Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza. Por la Derecha Liberal Republicana, Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura. Acción Catalana envió a Manuel Carrasco Formiguera acompañado por Macía Mallol, de Acción Republicana de Cataluña. Estat Català envío a Jaume Aiguader, y la Federación Republicana Gallega a Santiago Casares Quiroga. A título personal estuvieron en San Sebastián el socialista Indalecio Prieto, Felipe Sánchez Román y Eduardo Ortega y Gasset, hermano del filósofo. Gregorio Marañón no pudo asistir, pero envió una entusiasta carta de adhesión. En las distintas logias masónicas el Pacto tuvo buena acogida (no en vano la mayoría de los reunidos pertenecían a la masonería).
En esta conspiración, la de 1930, el PSOE tendría un papel decisivo en cuanto a la puesta en marcha del proceso. Era imposible no contar con los socialistas porque las formaciones de algunos de los personajes allí presentes, como la Izquierda Republicana de Azaña, no pasaban de ser experimentados políticos de muy incierto futuro en cuanto a su capacidad de movilizar a las masas. No ocurría igual con el PSOE, beneficiado por su colaboración con la Dictadura, durante la cual pudo no solo mantener sus cuadros, sino verlos reforzados como recompensa de su colaboración con el Gobierno. Comenta Bárcena:
“Se formaron, de hecho, dos comités revolucionarios, porque además del político, del que habla Maura, empezaba a funcionar otro, militar, dirigido por el general Queipo de Llano, en el que figuraba también Ramón Franco, héroe del Plus Ultra, y hermano de Francisco, al que, en muchos aspectos, era totalmente opuesto –el menor era anarquista y masón– aunque acabaría sublevándose contra la República en 1936”.
Todo este batiburrillo conspirativo culminó en un pronunciamiento militar contra la Corona. Fermín Galán, oficial africanista y masón, cansado de retrasos, decide levantarse en Jaca, donde había sido destinado con el propósito de neutralizarle, alejándole de Barcelona, su anterior destino, donde el Gobierno era consciente de la existencia de un activo grupo conspirador, al que pertenecía Galán. Nos dice Bárcena:
“En las calles, Galán, en su propio nombre, había fijado un bando con un artículo único: «Todo aquel que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente, será fusilado sin formación de causa. Dado en Jaca a 12 de diciembre de 1930. Fermín Galán». Y se produjo, claro está, un previsible y trágico balance de muertos en acción. Galán no hablaba por hablar, ni le temblaba el pulso a la hora de matar. Sus tropas asaltaron el cuartel de la Guardia Civil, asesinaron a un sargento e hirieron a varios números. También mataron a dos carabineros. En su intento de tomar la capital, se dirigió a Huesca, y a orillas del Gállego, se entabló combate entre los sublevados y las fuerzas del gobernador militar, general Manuel Lasheras, que resultó gravemente herido, muriendo unos días más tarde. Pero el pronunciamiento fracasa y Galán y García Hernández –que unos meses después serán venerados como mártires de la República– fueron condenados a muerte, y ejecutados el día 14 de diciembre. Ante los miembros del tribunal que lo juzgaba, Fermín Galán reconoció: «Sé que a mi delito le corresponde la última pena. Pueden ustedes con toda tranquilidad firmar la sentencia, pues en su sitio no dudaría en firmarla». Había fracasado el intento de establecer una república anarquista, según el proyecto de Galán”.
Tres días después del fallido pronunciamiento de Jaca y al día siguiente de que los dos capitanes que lo habían encabezado, Fermín Galán y Ángel García Hernández, hubieran sido fusilado, se produjo la sublevación del aeródromo de Cuatro Vientos, que también fracasó, pero esta vez sus dos principales responsables, el general Queipo de Llano y el comandante de aviación Ramón Franco, no fueron capturados y lograron huir a Portugal y desde allí a Francia. Estos hechos se produjeron durante el último periodo del reinado de Alfonso XIII.
Luego… tenemos que los fundadores de la “Alianza Republicana” fundada en 1926, fueron todos masones. Por otro lado, todos los que asistieron a las reuniones llamadas “Pacto de San Sebastián”, en su mayoría también eran miembros de la secta, y de estas dos reuniones de masones, surgieron el pronunciamiento militar de Fermín Galan y la sublevación de Cuatro Vientos.
En medio de todas estas convulsiones, llegamos a las elecciones de 1931. La Segunda República Española nació de unas elecciones falseadas. En abril de 1931 se celebraron elecciones municipales para decidir el nombramiento de 80.000 concejales de ayuntamientos en toda España. En absoluto se trataba de elecciones para dirimir entre “monarquía” y “república”, solo eran para elegir concejales en los ayuntamientos de España. Aun así, había ayuntamientos donde solo se presentaba gente de un solo bando, ya fuesen monárquicos o republicanos (esto ocurre cuando los partidos no disponen de gente suficiente para cubrir todos los puestos en todos los sitios), y la ley electoral vigente de aquel entonces determinaba que en los ayuntamientos de una sola lista ganaba la lista presentada (algo obvio). El 12 de abril, en la prensa, se presentaron los resultados de esta primera convocatoria, es decir, los resultados de los ayuntamientos en los que solo se presentó una sola lista. El resultado fue de 22 000 monárquicos elegidos y menos de 5000 republicanos. Aunque, como ya dijimos, no se trataba de monarquía o república, los resultados de esta primera convocatoria fueron apabullantes a favor de los monárquicos.
El 14 de abril se llevó a cabo la segunda convocatoria de estas elecciones, ya para dirimir los resultados de los ayuntamientos, donde se había presentado más de una lista. Bueno, pues el resultado oficial de esta segunda convocatoria, al día de hoy, seguimos sin conocer cuál fue. Las únicas elecciones en todo el mundo cuyo resultado no se ha publicado nunca. Tan solo se conocen datos no oficiales de esta segunda convocatoria, que aparecieron en 1932, cuando ya gobernaba la República, y que fueron editados por el Instituto Nacional de Estadísticas, donde se decía que el número total de concejales monárquicos era ligeramente superior al de republicanos. Los republicanos argumentaron que, aunque hubo mayoría de voto monárquico, este voto se había emitido mayoritariamente por gente del campo y que ellos habían ganado en las ciudades más importantes de manera mayoritaria, y ésta fue la doctrina que triunfó, aunque volvemos a repetir, que no eran elecciones sobre monarquía o república. El problema fue que el Rey y los ministros liberales monárquicos aceptaron eso como una derrota. Claro está que resultó muy útil a los republicanos la deserción del general Sanjurjo, una de las principales personalidades del Ejército, que no garantizaba a la Monarquía la fidelidad de la Guardia Civil, de la que era director general, nombrado por Primo de Rivera en 1928.
Dos ministros trataron de convencer al Rey de que resistiera: el conde de Bugallal y Juan de la Cierva. Este último le dijo que no podía aceptar su marcha, «como español y como ministro»; le hizo ver que sería una deslealtad a la patria; y cuando Don Alfonso le dijo que no quería que por su causa se derramase sangre, le contestó: “el Rey se equivoca si piensa que su alejamiento y pérdida de la Corona evitarán que se viertan lágrimas y sangre en España. Es lo contrario, Señor”. Y así, sin más… dio comienzo la masónica Segunda República. Comenta Bárcena:
“Comenzaba, bruscamente, un proceso de degradación moral, propiciado por el poder desde los primeros días. Como si República y libertinaje fueran una misma cosa. Es lo que se vio en España, tras el 14 de abril, desde el primer momento: con motivo de la celebración del congreso titulado La Otra Memoria, la profesora María Saavedra publicó un artículo comparando, desde varias visiones literarias, las revoluciones rusa y española; destacando el proceso de sovietización vivido en España durante la Segunda República, y su impacto en la sociedad española.
Incluso antes del estallido de la guerra, Foxá utiliza su relato para poner de manifiesto su propia creencia en la inmoralidad que trajo consigo el establecimiento de la República. No le hace falta esperar a la quema de conventos que se produce semanas más tarde; cuando narra los hechos de la misma tarde en que es ya una realidad la implantación de la República, describe el asesinato de un gitano, cuyo delito fue gritar vivas a su rey en plena euforia republicana. Y a continuación: El concepto de libertad de pensamiento empezaba a cuajar en la joven República española. Olían las calles a sudor, a vino; polvo y gritos. Pasaban los camiones con hombres arrebatados, enronquecidos, en mangas de camisa, y las golfas de San Bernardo y de Peligros con los pechos desnudos, envueltas como matronas de alegoría en las banderas tricolores y rojas. Era el día de los instintos sueltos. Nadie pagaba en los tranvías y en los cafés. Vomitonas en las esquinas, abortos en la Dehesa de la Villa, pellizcos obscenos y el sexo turbio que se enardecía en los apretones. –Oiga, joven, no se aproveche. –Pa’ eso estamos en República.”
No es ninguna casualidad que cada vez que la depravación y el libertinaje hacen acto de presencia, apenas se escarba un poco, siempre se encuentre la influencia masónica tras los acontecimientos. No ha sido casual tampoco la implantación de la cultura de la muerte en nuestras sociedades actuales. No hace falta ser muy listos para saber quién la promueve. No se necesita ver a los masones con el martillo demoledor, destruyendo las sociedades: se huelen. También contaban los masones del Pacto, para su tarea destructiva, con la colaboración inapreciable de sus socios marxistas. Terminamos con una cita de León XIII de su famosa encíclica Humanum Genus, donde hace una radiografía perfecta de lo que estaba por venir:
“Quitado el temor de Dios y el respeto a las leyes divinas, menospreciada la autoridad de los príncipes, consentida y legitimada la manía de las revoluciones, sueltas con la mayor licencia las pasiones populares, sin otro freno que el castigo, ha de seguirse necesariamente el trastorno y la ruina de todas las cosas. Y aún precisamente esta ruina y trastorno, es lo que maquinan y expresamente proclaman unidas las masas de comunistas y socialistas, a cuyos designios no podrá decirse ajena la secta de los masones, pues favorece en gran manera sus planes y conviene con ellas en los principales dogmas”.
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