El problema del mal, se ha tratado a lo largo de la historia larga y extensamente. El mal es la ausencia del bien y el bien es orden, verdad y belleza, los tres condimentos principales del amor. El amor construye y el mal destruye, el amor es orden y el mal es caos y destrucción. El bien tiene seguidores en la humanidad y el mal también. En los grandes santos podemos ver la manifestación del bien y en ciertos grupos históricos o sectas podemos ver la del mal. Un ejemplo claro y notorio de esto último nos atreveríamos a decir que es la masonería –que no son todos los que están, pero están todos los que son–.
León XIII comenzaba su famosa encíclica Humanum Genus haciendo una afirmación categórica sobre el linaje humano. Fue muy claro y concreto, y fue al meollo de la cuestión cuando citando a San Agustín, dijo lo siguiente en la citada Encíclica:
“El humano linaje, después que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad”.
Además, llegó más lejos y señaló directamente a quienes en la actualidad forman parte de ese ejército del mal:
“En nuestros días, todos los que favorecen la peor parte parecen conspirar a una y pelear con la mayor vehemencia, bajo la guía y auxilio de la sociedad que llaman de los Masones, por doquier dilatada y firmemente constituida”.
León XIII señala directamente a la masonería como potencial ejercito del mal en la tierra. Pero… ¿quiénes son los masones? En este artículo, trataremos de resumir la historia de la masonería.
El masón era un trabajador libre o «franco» (de ahí el término francés francmasón, en inglés, freemason). El oficio se acabó de perfilar coincidiendo con el apogeo de la arquitectura gótica, a lo largo de los siglos XII y sobre todo en el siglo XIII. Su carrera profesional comenzaba como aprendiz, a los 13 o 14 años. Se le encomendaban los trabajos más sencillos, bajo la supervisión de expertos. Tras unos cinco años, y siempre que demostrara buenas maneras en su oficio, se convertía en «oficial», título que otorgaba el maestro. En ese momento, a los 19 o 20 años, ya podía realizar trabajos especializados.
Con el ascenso de la burguesía durante el siglo XV y coincidiendo con los inestables y violentos tiempos de la reforma protestante, se interrumpió la construcción de grandes catedrales, y para evitar la decadencia absoluta, las logias inglesas y escocesas abrieron sus puertas a los masones llamados “aceptados”, personas ajenas al arte de la construcción que se dedicaban sobre todo al intercambio de ideas filosóficas y políticas: abogados, maestros, médicos, hombres de letras, comerciantes, políticos e incluso sacerdotes. Estos masones “aceptados” empezaron a especular en torno a la construcción del hombre nuevo a través del perfeccionamiento intelectual, moral y social. Transformaban de este modo la idea de los constructores de catedrales, que buscaban el esplendor y la belleza perfecta en sus edificaciones, en hacer un edificio interior perfecto, un hombre nuevo, un templo interior de “amor y de fraternidad basado en la sabiduría, la fuerza y la belleza”. Esta nueva masonería empezó a predicar el perfeccionamiento personal a través del ejercicio de la virtud, de la libertad, la amistad y el socorro al necesitado.
Con el pasar del tiempo, la masonería paso de ser una sociedad de artesanos que se dedicaban a la construcción (católicos), a convertirse en una sociedad “filantrópica” y en un círculo de intelectuales que querían arreglar el mundo (gnósticos); podríamos compararlo con lo que es el actual Rotary Club –que, por cierto, es una pecera donde pesca la masonería–. En 1717, esta sociedad ya no tenía nada que ver con el gremio de la construcción, ya había cambiado su finalidad y objetivo. La masonería a partir de ese momento, confecciona una leyenda que la reviste de antigüedad milenaria y se dota a sí misma de unos “conocimientos secretos” solo reservados para una serie de “privilegiados”.
En 1717 fundan una Gran Logia paralela a la Logia de York. El 24 de junio de 1720 algunas logias deciden quemar sus archivos, manuscritos, reglamentos, deberes, etcétera, para evitar que cayeran en manos extrañas. El 29 de septiembre de 1721 el Gran Maestro de la Logia de Londres comisiona al hermano James Anderson (clérigo protestante) para que, a la vista de los ejemplares de las antiguas constituciones, las reúna, y redacte una nueva constitución. Anderson presenta el proyecto y el 27 de diciembre de 1721, el Gran Maestro duque de Montagu encarga a catorce hermanos que examinen dicho proyecto de “Constitución” de Anderson. Finalmente es aprobado el 17 de enero de 1723. A partir de ese momento podemos decir que comienza oficialmente la historia de la nueva masonería especulativa.
Sus manejos no tardaron en hacerse notar, pues ya en 1735 el Papa Clemente XII redacta el primer documento pontificio por el que condena a la masonería. En la bula In Eminenti, Clemente XII dice lo siguiente:
“También hemos llegado a saber aun por la fama pública, que se esparcen a lo lejos, haciendo nuevos progresos cada día, ciertas sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos, llamados vulgarmente de francmasones, o bajo otra denominación, según la variedad de las lenguas, en las que hombres de toda religión y secta, afectando una apariencia de honradez natural, se ligan el uno con el otro con un pacto tan estrecho como impenetrable según las leyes y los estatutos que ellos mismos han formado y se obligan por medio de juramento prestado sobre la Biblia y bajo graves penas a ocultar con un silencio inviolable, todo lo que hacen en la oscuridad del secreto”.
Desde ese año y hasta la fecha, la Iglesia no ha dejado de condenar en diferentes documentos a la masonería.
Más tarde, hacia el año 1776, Adam Weishaut funda el grupo llamado de los Illuminati de Baviera. Su meta era, instaurar un Nuevo Orden Mundial. Para llevar a cabo esta operación, pensaron que quien controlara el dinero de las naciones controlaría a las naciones. Desde entonces quedó como fundador Weishaut, y Amschel Rothschild como financiador del grupo. Desde ese momento, comenzaron a infiltrar a la masonería.
Digamos que pasa por tres estados. El primero es el estado de los constructores de catedrales o los gremios de constructores. El segundo es el estado de los intelectuales que van transformando la finalidad arquitectónica por la filosófica. Y el tercer estado, es cuando comienzan a ser infiltrados por los Illuminati. Los Illuminati usaron a la masonería como los cangrejos las conchas. En lugar de construir infraestructuras específicas, aprovecharon las ya existentes y las fueron infiltrando con sus prácticas filosóficas y espirituales. Algo que les fue muy bien, y siguen practicando al día de hoy con todas las instituciones existentes y otras que ellos mismos han creado.
Cabe insistir, por tanto, en que la masonería operativa era de tradición profundamente cristiana. Sus rituales estaban impregnados de fe cristiana y de invocaciones a Cristo y a su Madre Bendita. Pero, a medida que avanza el siglo XVIII, la idea de Dios experimenta una fuerte regresión. Dios ya no es aquello de lo que se habla. Los masones ilustrados relegan la divinidad a una lejanía inoperante, su dios es ahora el Gran Arquitecto Del Universo (GADU) ajeno a las preocupaciones humanas, es el dios de los gnósticos. Asimismo, empieza a postularse la secularización de todos los valores buscando privar a la Iglesia (sobre todo a la católica) de su fuerte influencia sobre la sociedad, hasta el punto de que el Gran Oriente de Francia se desvinculó en 1877 de cualquier creencia religiosa y dejó a la libertad de sus miembros aceptar o no la existencia de la divinidad. En la Gran Logia de Inglaterra, sin embargo, se impone la obligación de creer en algún dios.
Con la infiltración Illuminati, la masonería da un paso más en su camino de perdición. Esta infiltración la conduce hacia prácticas satánicas. Aunque hay que hacer notar como decía Ricardo de la Cierva: “Todos los masones no son satánicos, pero todos los satánicos son masones”. Hemos tocado en este artículo el tema de los Illuminati. Aclararemos quienes son en otra ocasión.
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Se está tardando en dar publicidad a esto
Pues sí, es algo muy importante, que no se tiene por tal
Muy buenos artículos, deseando las demás entregas
Muchas gracias. Estamos en ello.