Columna de La Reconquista | Impresiones sobre la Moción de Censura

En relación al separatismo catalán

Improbable lector, debo confesarle –con cierta vergüenza, pero sin arrepentimiento (a lo Hecho, pecho)– que a mis tiernos 16 años ingresé en el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña, la franquicia del PCE en Cataluña), en la clandestinidad. Se dice que quien a los 20 años no es un revolucionario no tiene corazón, pero quien a los 50 no es un conservador, no tiene cabeza. Afortunadamente, tardé 8 años en recular y darme cuenta de mi craso error. Pero me brindó la oportunidad de leer todas las obras completas de Marx, Engels, Lenin y Mao.

No recuerdo exactamente si había cumplido ya los 18 años, cuando ya era “jefe” de célula del PSUC. Recibí, a través de un enlace, un mensaje de Teresa Pàmies (esposa de Gregorio López Raimundo, secretario general del PSUC), en el que me avisaba de la visita y disertación de un tal Ramón Tamames, del cual no había oído hablar en mi vida. Todo un ilustre desconocido. Lo tuve algo más de una hora a metro y medio de distancia. Me dejó impresionado, por su oratoria, por su retentiva, por su capacidad de improvisación y de réplica.

Años más tarde me desvelaron –de fuentes más que solventes– que el Dr. Tamames era un agente infiltrado de la Obra, del OPUS. Ingresó en el PCE y dejó un camino de tierra quemada, con un balance de que el genocida Santiago Carrillo dejó su sempiterna secretaría general del PCE, en manos del minero Gerardo Iglesias. “Fichó” por el CDS con su posterior disolución. Entonces se acercó a la PSOE, pero Felipe González –muy largo él– lo vio venir. Le prometió la alcaldía de Madrid, pero a última hora le hizo una finta al más puro estilo futbolístico y le dio la alcaldía a Tierno Galván, al que le consiguió fagocitar su PSP (Partido Socialista Popular, presagiando lo que es el actual PPSOE).

De veras, improbable lector, que habida cuenta de los antecedentes del Dr. Tamames, no confiaba mucho en su candidatura. Pero debo descubrirme ante la soltura intelectual del profesor. Lo cierto es que no me fiaba, pero es probable que el Dr., a tan provecta edad, haya decidido hablar a “calzón quitao” y “peti qui peti” (pete quien pete). Su intervención ha sido memorable, magistral. Una capacidad de síntesis (“cortito y al pie”), de elegancia, de fina ironía y de evocación literaria e histórica al alcance de muy pocos en la legión de analfabetos que conforman el hemiciclo.

Entre los que hemos tenido ojo avizor y atento oído, seguro que tenemos un prisma de las intervenciones del Dr. Tamames y los Sres. Abascal y Espinosa de Los Monteros que han sido realmente notables.

Mención aparte son las intervenciones, breves del Dr. Tamames. Le ha dado un baño de realidad al Gobierno “agendaglobalista” de Sánchez que, intuyo, habrá removido las conciencias de más de un votante de otras formaciones políticas ajenas a VOX. Ha pasado, a veces de puntillas, por todos los males de nuestra patria. No ha dejado títere con cabeza: Ecologismo, deuda, déficit estructural (del 5% anual), sanidad, inmigración, delincuencia, paro galopante, la lengua común de todos los españoles, educación, vivienda, régimen autonómico, separatismos, la Ley electoral que favorece a los partidos nacionalistas, falso “feminismo”, Ley “trans”, Ley del “sí-sí” con la excarcelación de depredadores sexuales, manejo de la “plandemia”, anti constitucionalismos, IBEX 35, inseguridad jurídica, memoria “democrática” –toda una lección de Historia–, relación con la UE –Gibraltar, Ceuta, Melilla y Canarias–, OTAN, corrupción, suicidio demográfico –denunciando la baja tasa de reposición en España–, invasión de todas las instituciones (CGPJ, INDRA, Tribunal Constitucional, Fiscalía General, Correos, CIS, CNMV, FFCC de Seguridad del Estado, DGT –ahora en manos de INDRA = SEPI = la PSOE–, desaciertos en Política Exterior, Sindicatos, C.O.E., todos los Medios de Desinformación Masivos… qué sé yo). Además, la Institución Monárquica está cogida por donde más le duele.

Cada frase de este joven de 89 años (tal como señaló el Sr. Espinosa de Los Monteros) ha sido un proyectil de diamante que ha arrojado luz en la cabeza de muchos (yo me incluyo), y ha causado estupor en todas las formaciones políticas que, votando NO o con su cómplice abstención, han defraudado a una gran parte de su electorado. Paradójicamente, el 44% de los votantes del PP estaban de acuerdo con la moción de censura, según encuesta del diario EL MUNDO. Sánchez no hubiera aguantado ni 5 minutos con el Dr. Tamames en un debate televisivo, sin sus discursos y réplicas escritas y leídas, y con un moderador que no fuera Batet.

Tal vez, desde la óptica del mejor economista de España, tenía que haber incidido en los datos macro económicos. Ahora bien, de todos los problemas descritos el más preocupante, improbable lector, sea la desintegración territorial de España. Y a eso, improbable lector, me voy a referir.

En sociología política está la teoría del ‘tercio’, que es aquella que –en resumen sostiene que toda forma de Gobierno tiene, entre sus gobernados, un tercio de enfervorecidos partidarios, un tercio de furibundos detractores y otro tercio de gente que no sabe, no contesta. ¿Es posible que un tercio de la sociedad que ni sabe ni contesta deba decidir el futuro de una nación? No parece sensato.

Cabe apelar al principio del tercero excluido, dentro de la lógica aristotélica. En ella se distingue entre juicios contradictorios y juicios contrarios. En los juicios contradictorios no cabe un juicio intermedio. Verbigracia: Entre ‘Cataluña es una nación y esto es verdadero’ y ‘Cataluña no forma parte de España y esto es falso’, no cabe un término medio. Ese es el principio del tercero excluido, en este caso el juicio intermedio. Ahora bien, en juicios contrarios, como, por ejemplo: ‘Cataluña no es una nación y esto es falso’, se puede contraponer ‘Cataluña es más o menos una nación y esto es probablemente falso’. En este caso, cabe un juicio intermedio: Cataluña es una región que goza de la mayor cota de autogobierno de su historia.

Una nación es una comunidad cultural aceptablemente homogénea (lengua, tradiciones, costumbres, formas de derecho, religión, etcétera, que generan sentimientos de unidad e identificación entre sus individuos), discernible de las vecinas, y dotada de un Estado. Si no hay Estado, no hay nación.

Nada aplicable a esa bella región de España conocida por Cataluña. Los 20 apellidos más comunes en Cataluña coinciden con los del resto de España, es decir, 17 con el sufijo –ez, más García, Martín y Moreno. Hay más hispano hablantes en Cataluña que catalano parlantes, y que hablen catalán (o algo muy parecido) ya lo hacen en otros territorios españoles –por cierto, más extensos entre ambos que Cataluña. La historia de Cataluña y España son inherentes, y tan es así que Cataluña fue protagonista en la construcción de esta gran nación que es España. Dentro de la cultura y del arte, los catalanes más universales son los que se han expresado en español. De religión no merece la pena hablar, porque Cataluña se desliza por el ateísmo. ¿Y de las tradiciones? La Feria de Abril de Barcelona en la actualidad es más multitudinaria que la de Sevilla.

El idioma oficial de España es –según la Constitución el castellano. El idioma catalán adquiere rango de cooficialidad en Cataluña, por razones obvias.

El único país en el mundo mundial cuyo idioma oficial es el catalán, es Andorra, y en ese país se puede escolarizar a los niños en catalán, español, francés y portugués; algo de lo que podría y debería seguir como ejemplo la Consejería de Educación de la Generalidad de Cataluña. Todo un ejemplo de tolerancia. Y, es más, en Cataluña se multa no por no rotular un comercio en catalán, sino por rotularlo exclusivamente en español, lo cual es muy ilustrativo sobre el apartheid sufrido por los hispanohablantes.

El secesionismo en Cataluña está en caída libre, probablemente con una intención de voto en el 30/35%. ¿Alguien, en su sano juicio, piensa que tras el “butifarrendum” (manipulado por INDRA), un Gobierno nacional secesionista iba a permitir cabida y voz a los más de la mitad de catalanes que además de ser catalanes son españoles? Eso no se lo creen ni Puigdemont, ni Aragonés, ni Laporta, ni Sánchez… Si se rompe la unidad territorial se acaba con la democracia.

Para no extenderme más, improbable lector, me quito el sombrero ante el contenido y el continente de la moción de censura. Estoy convencido de la utilidad de la misma.

Apelo a su indulgencia plenaria por haberme extendido en el nacional-separatismo catalán.

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