Columna de La Reconquista | Debate descafeinado de gobierno descerebrado

He de suponer, mi estimado señor lector, que habrá usted escuchado, con mayor o menor atención, que en los días precedentes se ha llevado a cabo en el Congreso de los Diputados el “Debate sobre el estado de la Nación”, evento que desde el año 2015 no se había celebrado (¡más vale que somos una «democracia plena», «democracia consolidada» y garambainas de esas, que si no hubiese tardado otros siete años en tomar lugar!). Claro, es cierto que no existe regulación alguna para que este debate se substancie, desde que se implementó en 1983 (ya que ni la Constitución lo prevé ni el Reglamento del Congreso de los Diputados lo contempla, excepto en el artículo 196 de la normativa de la Cámara Baja, atinente a las comunicaciones del Ejecutivo), por lo que se ha realizado casi por “graciosa concesión” de “Su Sanchidad” a los ciudadanos que pagan su salario y dispendios.

De todas formas, amable lector, le puedo adelantar que no se ha perdido usted demasiado en caso de no haberlo seguido en los medios, puesto que, para ser un evento de tal envergadura, ha quedado más descafeinado que un café soluble marca “asco”. Por supuesto, no podría esperarse algo más de un «gobierno» presidido por parásitos sin cerebro, plagiadores, delincuentes de toda ralea y personajes tan desconocidos como mi finada bisabuela (a la que usted no conoce, y a quien tampoco yo conocí). Algún día, señor lector, algún día dejaré de esperar un poco de sentido común, amor patrio, decencia política y honestidad en quienes representan las instituciones públicas, pero, con eso de que “la esperanza muere a lo último”, sigo, cual infante en víspera de Reyes, creyendo en que quizá, quizá, algunas cosas pudieren cambiar. En fin, ya lo dijo muy claro el refrán castizo: “No has de pedir peras al olmo, ni nueces al malvavisco, pues tú serás monja Clara cuando yo fraile Francisco”

Sin embargo, en pro de la honestidad, me permitiré hacerle un somero resumen: la culpa de todo es de Putin (por la guerra en Ucrania), de un extraño ente denominado «COVID» y de las derechas de toda gama. Fin. El resto de las muy intragables horas que algunos hemos pasado amarrados con cadenas al Canal del Congreso no ha sido otra cosa que escuchar mentiras (del Presidente del Gobierno y sus adláteres), insultos (de los mismos mencionados) y dislates (ídem). Solo algunas intervenciones (y, vaya, precisamente de esas despreciables derechas que se empeñan en querer arreglar la realidad y enderezar el rumbo de España frente a un descerebrado Congreso) han sido merecedoras de atención y aplauso. Quitando los presuntos golpes de efecto de algún que otro rufián, así como los aplausos de los palmeros de turno (que, so pretexto de representar a los ciudadanos por elección democrática, viven maravillosamente sin dar –coloquial y literalmente– “palo al agua”, cobrando unos emolumentos que muchos apeteciéramos y disfrutando de canonjías, prebendas y bonificaciones que ni en los tiempos más boyantes hubieran sido justificables), nada ha sido digno de reseñar, porque la especialidad del Sr. Sánchez no es sino vender humo (y bien sabe usted lo intangible que es eso), aparte de dar clases de mendacidad a Pinocho, de traición a Judas y de egocentrismo a Narciso.

Ahora bien, no puedo mentirle a usted. El Debate ha logrado encender en mí nuevamente el asco nauseabundo a los traidores. No me refiero a los partidos “tradicionales” (que, con mayor o menor acierto, se han turnado en los gobiernos democráticos), sino a los extraños contubernios separatistas de toda índole, prostíbulos masoquistas que sufren “a manos de España” y excrementos terroristas que medran como moscas en boñiga. Con “políticos” tales, no es de extrañar que la sinapsis de la inteligencia gubernamental española esté reducida a ser el hazmerreír internacional, y que la mielina que debiera propiciar la comunicación neuronal se esté transformando en “mierdina” expelida cual nuevo metano pero por orificios orales…

Solamente una pequeña reflexión: en coherencia y apego a lo que los presuntos “representantes” –casi falto a mis principios gramaticales, e iba a escribir «representontos», perdóneme usted– dicen profesar, rogaría a dichos personajes que odian cuanto España representa: ¡váyanse! No sean hipócritas, al cobrar un salario de lujo por parte de una Nación que dicen no ser la suya, una Patria a la que desprecian y de la que se quieren separar y un sistema constitucional que aborrecen, pero en el que siguen parasitando cual pulga en perro.

Hasta donde me consta, Señorías de todas las gamas de ETA, Bildu, JXCat, PdCat, BNG, Esquerra, PNV, etcétera, en sus actas de nacimiento, pasaportes, documentos oficiales (desde los estudios, si es que alguno ha culminado la EGB, hasta los carnés de conducir) dice que son ESPAÑOLES, sea por nacimiento o por naturalización. Si no están de acuerdo, renuncien a tal nacionalidad, háganse venezolanos o iraníes (o chechenos, o neozelandeses, si les aceptan), y dejen de destrozar España.

Ustedes sí que son un virus auténtico, científicamente comprobado como “letal” (pregúntenle a las víctimas de sus actos terroristas, sea de balazo cobarde o de impuesto imjusto). Ustedes sí que realmente nos provocan un “calentamiento” no ya global, sino integral. Ustedes sí que son transversales, porque hacen toda maroma y contorsión para seguir devengando un sueldo que no merecen, a costa de los impuestos que quienes sí trabajamos, sí amamos nuestra Patria y sí respetamos al prójimo.

Al igual que “dos no discuten si uno no quiere”, no puede haber un debate donde solo existe imposición (por Real Decreto, rodillo parlamentario o amasiato traidor), mentira (en la exposición de las verdades, razones y problemas), fraude (real, hacendario, tributario, fiscal y moral) y traición (al país al que han prometido servir “por su conciencia y honor”), además de proponer falsas soluciones que solo compran votos, cuerpos y vergüenzas con sobornos disfrazados de “avances sociales”.

Su política descafeinada (fruto de su mente descerebrada) me hace pensar que sí necesitamos una nueva forma de vivir la política, auténtica vocación de servicio (no de “servirse”), de amor (no a uno mismo ni a su cuenta bancaria) y de coherencia (no de conveniencia, lean bien). Mientras no se cumpla lo anterior, ¡váyanse! Les deseo salud, éxito y todo parabién (mientras cierren la puerta al salir y no regresen…).

@CondestableDe

@LaReconquistaD

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