Columna de La Reconquista | “Aunque la mona se vista de seda…”

Ya conoce usted el refrán, estimado lector. Considero que estará usted, en términos generales, cada vez más de acuerdo en ello conforme continúe leyendo… Y es que hay personas que intentan cambiar de apariencia, vestimenta o lenguaje –igual da una coleta, un moño, un vestido similar a la promoción del ganado bovino u otro pagado por “Vanity Fair”, los términos inventados desde la «monomarentalidad» o la «expertitud», como guste usted–, pero sabemos muy bien (¡y desde hace cuánto!) que la serpiente, aun cuando cambie de piel, sigue siendo serpiente…

Y es que realmente el Gobierno actual del amado Reino de España intenta poner todas las sedas y oropeles a sus «monas» –entiéndase aquí que me refiero a sus dislates, tropelías, perjuicios, abusos, crispación y actitud de separar, dividir y romper cuanto bueno, justo y bello exista en el suelo patrio…–. No es posible que personas a quienes se presupone –¡ruego disculpas por tal presunción, pero es lo que Platón y Aristóteles, hace algunos milenios ya, dijeron que eran las cualidades del gobernante– experiencia, sensatez, conocimiento y dedicación, puedan cometer tal cúmulo de «errores» –tanto involuntarios como voluntarios, de ello no me cabe duda alguna–.

Justificar (o sea, “hacer justo”) o defender lo injustificable o lo indefendible es de necios. Pero, ¡oh sorpresa!, vemos ahora el cumplimiento del aserto bíblico (“el número de los necios es infinito”, léalo en Eclesiastés 1,15), y constatamos que las personas que intentan demostrar la cuadratura del círculo va aumentando exponencialmente. ¡Pésima fortuna tenemos, caramba! En vez de empeñarse en proseguir lo bueno para conseguir lo mejor, se dedica tan elefantiásico Gobierno a destruir lo bueno para obtener lo peor –que ellos, en su muy particular ideología sui generis, consideran «lo mejor», ya ve–.

“¡Oh tiempos, oh costumbres!”, como dijo Cicerón –ante circunstancias algo similares, y no lo escribo por sentimiento alguno de nostalgia–. Es tremendo ver que el avance se hace retroceso, la progresividad se vuelve regresividad, y la dignidad humana –a la que se pregona a bombo y platillo desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero que se olvida en la aplicación práctica– se promueve para la defensa de la ecología, las tortugas y los “derechos humanos de las personas no humanas”, mientras que el ciudadano se pone a las colas del hambre, sufre al pensar en sus hijos y su futuro, recibe ofensa tras ofensa a sus principios o creencias, vive precariedad laboral, pérdida de calidad adquisitiva, y un etcétera tan largo como la eviternidad– (¿ve usted que nuevamente vistieron de seda a la mona?…).

No entiendo. Lo confieso. El Estado es creado por el ser humano para que le defienda y ayude a conseguir su felicidad (se le llama “teleología”), y por ello está al servicio del ciudadano, de quien vive y a quien mantiene. Sin embargo, estamos llegando al punto inverso: al parecer, el «buen» Estado somete al ciudadano, sojuzga sus derechos y libertades, manda y obliga mediante legislación vía Real Decreto, y termina logrando hacer diferentes a los iguales –porque somos todos, sin excepción, iguales en derechos, dignidad y deberes primarios– con ideologías, tergiversaciones y, perdón por la expresión, patochadas de toda especie.    

¡Miren cómo va el avance de la mona, ya a la última moda! Hasta al glorioso Apóstol Santiago, Adalid de las Españas, se le “disfraza” y esconde, así como al Día en que la Patria lo celebra se le esconde –que si “Patria Galega”, que si Estado opresor, que si floripondios que no hieran la sensibilidad ante Santiago Matamoros, etcétera–. ¿Acaso el vestido del primate que titula este texto lleva de regalo anteojeras como las de los burros? De ser así, comprendería que quieren romper España, pero…

No hay duda, reitero. Sí: “aunque la mona se vista de seda…”. Ya hemos confiado en promesas falsas (además de dolosas); hemos transigido incluso con medidas injustas –que no deberíamos haberlo hecho, pero ya no tiene vuelta atrás–; hemos permanecido obedientes, callados, quietos y aterrados. Por eso, amable lector, qué más nos falta. Y así, de forma hipotética, me pregunto: ¿no nos estaremos vistiendo cada uno de nosotros con esa seda? ¿Será efecto secundario de la realidad social el involucionarnos a primates tan engañados con ese vestido? ¡Ay, caray! Recuerde, por favor: “…MONA SE QUEDA”.

La Reconquista

2 comentarios en «Columna de La Reconquista | “Aunque la mona se vista de seda…”»

  1. Buenos días, admirado Condestable.

    Me ha gustado mucho, muchísimo su columna. Siempre fina y certera, siempre dando en el clavo. Es un placer leerle y una oportunidad para aprender. Le animo a seguir con este noble arte de las letras, amén del de las “armas”, pues es motivo para la esperanza y la fe.
    Le mando un fuerte abrazo, patriota.

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    • Estimado Miguel, el honor es de su servidor, puesto que llevo mucho tiempo atento a sus publicaciones y comentarios. Me honra usted. Sigamos firmes y valientes en la defensa de lo bueno y verdadero…

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