La crisis económica asociada al coronavirus y a las medidas tomadas (y no tomadas) para combatirlo no deja de cobrarse víctimas en La Rioja.
El último local riojano que se ha visto obligado a echar el cierre ha sido el mítico Iruña, en plena Calle Laurel de Logroño.
Tras 13 años al frente del restaurante, Carlos Martínez y su familia han decidido echar el cierre definitivo y empezar con un nuevo negocio de restauración en otro país.
Este mes de confinamiento y cierre absoluto de la hostelería supone la gota que colma el vaso para muchos empresarios de la hostelería y restauración logroñesas.
El lugar escogido no es otro que nuestra vecina y hermana Portugal. Un país similar al nuestro culturalmente pero con unos impuestos relativamente bajos y que, hasta ahora, no ha tomado medidas tan agresivas para controlar el virus (entre otras cosas porque allí no ha habido tanta incidencia).